
Les conocí de la forma menos esperada. Hasta un poco extraña diría yo. Incluso me he llegado a preguntar si, por cosas de la vida nos hubiéramos conocido ‘face to face’, todo habría sido igual. Pienso que no.
De hecho, creo que en esas circunstancias, estas dos personas a las que dedico este escrito hoy, y yo, nunca habríamos pasado de un frío hola, y eso que a duras penas. Pero, quiso la vida que nos topáramos en el camino. O más bien, en el Cybercamino.
Y, aunque me reservo sus Nicks –más aún sus nombres verdaderos-, para ellos estas líneas.
Para mi amigo ‘A’:
Recuerdo con perfecta claridad cuando me enviaste un privado. “Toc, toc, ¿se puede?”. Tratabas de volver sobre tus pasos y me dijiste que si llegaba a conocerte, comprobaría que tan malo no sos. Cierto.
Probablemente aún no te percatás de la influencia que has ejercido en mí, pero sí lo has hecho. “No puedo explicarte por qué existe gente mala en el mundo”, me dijiste recientemente. Pero lo más importante fue todo lo que escribiste después. Y te lo agradezco.
Me fortalecés no sólo porque venís de frente con la verdad, sino porque me invitás a descubrirme los ojos y así explorar dónde estoy parada, a la vez de abrir un poco mi cápsula para respirar el aire que me rodea. Lo cual es bueno.
Un día me aseguraste que tratarías de ayudarme desde tu trinchera. Quiero que sepás que lo has hecho, a través de los ratos en que simplemente estás, porque precisamente lo has hecho cuando lo necesito. También porque creo que en el fondo, de alguna manera, me has permitido conocer la parte dulce de ese corazoncito. Así que, gracias por leer, por estar, por preocuparte, por atenderme. Gracias por todo.
Para mi amigo ‘B’:
Pues con mi amigo anterior tengo muy claro el momento en que comenzamos a hablar. Pero con vos es diferente. Sí recuerdo cuando comenzaste a bromear con el asunto de mi país, al principio me resistía a aceptar lo que leía pero luego supuse que era puro vacilón y te seguí la corriente. Pero después vos creíste que yo hablaba en serio jajajaja.
A decir verdad no recuerdo exactamente cuándo comenzamos la rutina de aquellas largas charlas nocturnas, en las que de alguna manera mi insomnio se hizo llevadero. En las que reí a más no poder y en las que lloré como Magdalena, leyendo tus historias o contándote las mías.
El asunto es que me hizo bien. No sólo porque muchas veces me desahogué o me desestresé, sino porque con este ejercicio pude conocerme más a mí misma. Porque me brindaste la oportunidad de vivir viejos duelos y sanar heridas. Porque comprendí que no soy única en mi especie, ni voy sola por los atajos de la vida. También por tantos consejos y palabras de aliento… De corazón, gracias.

No hay comentarios:
Publicar un comentario