viernes, 21 de mayo de 2010

El momento de la verdad


Durante 5 años, 7 meses y   16 días me repetí lo que creí una verdad pero resultó no serlo. Quise convencerme de que así era, pero el momento de la verdad llegó con la muerte de tu padre. Creí que la muerte del mío estaba superada, pero no.
Cada partícula de mi ser se estremeció al confirmar la noticia. Mis piernas temblaban, se me hizo un torozón en la garganta. Recibí ‘flashazos’  mentales…. Imágenes de mi papi inerte, sin aliento, aún tibio, sin poder responderme cuando le pregunté insistentemente por qué había partido de esta tierra, dejándome tan sola. Mi desconsuelo, entonces, no podía ser mayor.
Pero esta vez no era sólo eso.  También fue reconocer que, por más que lo grité al viento, no era cierto. No lo es. Aún no he superado la muerte de mi papi.
Y esta noche  te vi. Apostada en el muro de mi casa me dediqué a observarte en la vela de tu viejo. Yendo de aquí para allá, atendiendo detalles. Recibiendo besos, abrazos, pésames. Escapando hacia la esquina solitaria y oscura para fumarte un cigarrillo. Dos inmensas bocanadas fueron suficientes para acabarlo.
Comprendí que esa noche no podría conciliar el sueño. Los recuerdos del velorio de mi padre realizaban una extraña danza en mi mente y me dejaron intranquila. Lo suficiente como para decidirme a pasar la noche en vela, desde mi muro transmitiéndote mi calor, solidaridad y fuerza.  Diciéndote ‘aquí estoy’ a mi manera. Nuestra manera. A través de ese código silencioso de comunicación que hemos practicado durante las últimas semanas.
Debo confesar: esta vez quise ser diferente, quise romper el silencio, pero no pude. Simplemente permanecí…. Como diciéndote con cada respiro, que podés contar conmigo.
Porque te comprendo. Porque ambos hemos perdido. Porque sé que la ausencia pesa aún más con el paso del tiempo y la tragedia de la pérdida se va convirtiendo en un pequeño hilo doloroso que se funde en tus nervios.
Te vi suspirar. Tus labios se abrieron para dar paso a un quejido silencioso exhalado por tu alma. Al fin, sin querer, me mostraste un atisbo de tu fragilidad y deseé abrazarte. Quise que mis brazos rodearan tu cuerpo moreno, que descansaras tu cabeza en mi hombro y que nuestras lágrimas se fundieran en notas de 4-40, tan armónicamente salidas del corazón.
Vos llorarías por tu padre. Yo, por los silencios, por las miradas, por los fuertes latidos. Por vos. Por mí.

lunes, 17 de mayo de 2010

¿Por qué?

¿Por qué? Me lo he preguntado una y mil veces. En el silencio de la noche. Mientras veo aparecer las pinceladas color naranja en la profundidad del cielo y espero que pase cada segundo hasta que lleguen a abrigarme las estrellas.

La pregunta es sencilla, aparentemente. Es decir, ¿qué gran misterio podrían encerrar dos pequeñas palabras? Pero ya ves, a veces lo logran. Me llevan a lo profundo de un abismo sideral y me traen de regreso. Medito, analizo. Lloro y río. Los pajarillos comienzan a despertar y tratan de alegrarme con su canto  mientras revolotean a mi redor, o saltan de una rama a otra....

Yo, en cambio, trato de distraerme con los trazos azul celeste que el Maestro va pintando en el amanecer. Extasiada por tanta maravilla que me rodea, me sobrecojo. Pero mi corazón no se aquieta, late con fuerza, me punza, se agranda, parece un potro desbordado. Y la interrogante, sigue inamovible.... ¿Por qué?

viernes, 14 de mayo de 2010

Salir del closet: difícil decisión*

Era un secreto a voces, supongo. Así que la cacareada 'noticia' sobre la homosexualidad de Ricky Martin, más que tomarme por sorpresa me puso a meditar. De igual manera, creo que todos tenemos algo en el closet.

¿Nunca hiciste, pensaste sentiste o deseaste algo socialmente inapropiado y que por pudor -o temor al qué dirán- no has contado a nadie?.

Lo peor del caso es que muchas veces señalamos, criticamos, nos mofamos y hasta nos "asustamos" del pecado/error/desliz del otro. Arqueamos las cejas y ponemos la boca redondita, como de pez. Sorprendidísimos. Todo, mientras esperamos que nadie descubra nuestro secreto.

Fui bailarina exótica. Mi madre es prostituta. Mi prima es lesbiana. Mi tío está en la cárcel. Mi hermano es drogadicto. Mi padre es seropositivo. Así como éstas... no una, mil situaciones más que, de estar en nuestro poder, guardamos con sigilo.  Y que, si son descubiertas, tratamos con desdén y las minimizamos aunque nos mordamos el alma. ¿Por qué? Porque nuestro temor al rechazo es superior. Nos rebasa.

Incluso, conozco gente que oculta situaciones cuasi cotidianas en este mundo tan... 'patas arriba', como su separación marital o la bipolaridad de un hijo, por ejemplo. Quizá no porque consideren que su vida personal no está para izarse como bandera (lo cual sería totalmente comprensible), sino por considerarlo una vergüenza.

Nos cuesta salir del closet. Esa es la verdad. Se necesita valor y entereza para asumir el pasado en nuestro presente. Se requiere coraje para asumir quien se es verdaderamentere y mucho más que fuerza para romper cadenas.

Recuerdo que durante una corta pero intensa charla, un querido y buen amigo me dijo algo que me hizo reflexionar. Lo dijo sin tapujos ni dobleces, sin 'dorar la píldora'. Fue de frente nomás: "Si haces esto, te dejas gobernar por los demás". PUM. Gancho al hígado.

- Nooooo- contesté. Cuando en realidad debí responder "Síiiiiii". Porque era cierto. Al menos en lo que competía al momento en mención.

En ese entonces yo le contaba sobre unos chismes que corrían sobre mí. Mentiras que alguien escudado en el anonimato, trató de difundir. En resumidas cuentas, mi amigo me expresó: "Si dicen X o Y, ¿qué te importa? En primer lugar es gente que no te conoce, que no sabe en realidad quién eres. No son tus amigos. Y si alguien que se dice amigo les cree, entonces no merece llamarse tal".

 Viene a mi mente aquella frasecita de postal, pero no por eso menos cierta: "Amigo es aquel frente al cual soy yo mismo". Sin embargo, me pregunto una y otra vez.... ¿Cuánto de nuestro lado más oscuro les dejamos ver?.


* Escrito la noche del 5 de abril, en la cama de un hospital.

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Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.