martes, 26 de octubre de 2010

Los Motivos del Lobo

Leer hoy este poema, me estremece igual que la primera vez -cuando era casi una niña-. En aquel entonces lloré por el lobo. Hoy 'lloro' por mí, aunque no con lágrimas como aquella vez...

Lamentablemente, su esencia sigue tan vigente como cuando, el por mí admirado y respetado, Rubén Darío lo escribió.


El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo:  ¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ¡Está bien, hermano Francisco!

¡Cómo! exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.

Francisco responde: En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
Está bien, hermano Francisco de Asís.
Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.

En nombre del Padre del sacro universo,
Conjúrote, dijo, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
Hermano Francisco, no te acerques mucho…
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.

Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.

Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos…

domingo, 10 de octubre de 2010

Alma gemela


El sueño es el mismo. Firme. Repetitivo. Ronda mis noches y mis días una y otra vez. Nuestros hijos, los tuyos y los míos, jugarán incontables rondas cercando nuestros cuerpos inertes y sonrientes, tirados sobre la verde grama bañada por el rocío matutino mientras el sol –casi con timidez- nos deja sentir sus primeros rayos.

Cierro los ojos y puedo sentirlo. Con los brazos extendidos rozo apenas la puntas de tus dedos. Las mariquitas, amorosas, acarician nuestra piel. Me conecto con la tierra, con la vida, con lo que somos, con nuestra esencia. Feliz porque soy y porque estoy… escucho las risas incontenibles de los pequeños y te sonrío.  Y estás allí. Puedo tocarte, puedo escucharte, puedo sentirte. La fe inquebrantable de que sería posible, lo hizo. Estamos en Toscana.

Recuerdo con nitidez la sonora carcajada que solté al ver tu mensaje en el muro de Facebook. Lo que internet ha unido, no lo separará el hombre. Tu agudo ingenio y enorme sentido del humor me ha calado el alma y la piel. Me ha sacado la sonrisa aún en medio de las más amargas lágrimas; me ha contagiado una y mil veces. Me ha hecho admirarte y quererte.

Más allá de la risa, sentí una enorme felicidad. El breve espacio  de tu desaparición me inquietó. Temí por vos, por los niños… ya ves, el corazón no me engañó. Pero ya estabas de regreso.  Enfrentando adversidades, subiendo montañas y atravesando llanos con pies cansados. Regresaste más grande de lo que ya eras. Y te admiré más por eso.

Porque ya te admiraba, lo sabés. Las incontables noches en que compartimos alegrías y tristezas me ayudaron a hacerlo. Y a quererte como ahora lo hago. Y a sentirte parte inherente de mi vida. Inteligente, sensible, siempre con la palabra justa en el momento preciso. ¿Qué más puedo pedir?

Lo decís y reímos, pero es cierto. Sos una suerte de alma gemela,  reproducción de mi propia vida en un espacio paralelo. Más aún: muchas veces has sido mi sostén, mi Pepe Grillo… esa vocecita interna que nunca está de más escuchar; mi confidente. Tu amistad me hace rica. Y tu fe, más valiosa que el oro, me ayuda a sacar fuerzas cuando creo que ya no puedo más.

Te quiero dos mundos por ser como sos. Tu plus consiste en haber estado allí para mí, todo este tiempo.

viernes, 1 de octubre de 2010

Dìa Perfecto



El día que me muera no habrá llantos ni lamentos; no vendrán extrañas plañideras a posarse junto a mi féretro ni lluvias ni calores aparecerán para empañar el momento.

El día que me muera será perfecto. El sol enviará sus hermosos rayos para entibiar a todos, mas, consciente del festejo, lo hará con moderación. Las flores adornarán las aceras vistiéndolas de mil colores, y esperarán pacientes mi paso por su lado, cuando vaya rumbo a mi morada final.

Comenzaré mi travesía un poco con ansia y otro poco con empeño. El cruce por las oscuras aguas será corto, con la ayuda de Caronte. Luego desembocaré en el grandioso mar, cuya brisa cubrirá mi cuerpo mientras mi lacia melena –bailarina y traviesa- se mueve al ritmo del viento.

Abriré los ojos cuanto pueda para extasiarme viendo el horizonte dibujado con crayolas azul celeste y tocaré, al fin, esa inmensidad que tantas veces vi mientras mis pies descalzos caminaban sobre la húmeda arena.

El día que me muera…. Ese día… renaceré. Con cierto desdén alejaré de mí al dolor que me aqueja y mi alma liberada podrá sonreír de nuevo. Miles de luciérnagas iluminarán mi camino evitando que tropiece en mi carrera hacia vos.

El día que me muera te veré… y estaré feliz.

A la memoria de mi padre, quien falleció el 1 de octrubre de 2004

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.