Escribo. Tacho. Las palabras se agolpan, pero no fluyen. Tímidas, se escudan tras la ventana de mis ojos y observan cómo mi mano, firme, insiste en escribir de manera ininterrumpida sin lograrlo.
Escudriño el papel en blanco, espacio vacío anhelante de sentir la cercanía de la pluma que, deslizándose coqueta, lo envolverá con su tinta aterciopelada y de fuerte fragancia.
Me paro en seco. Palabra, sintaxis, significado, significante... todo se suspende y mi mente se llena de tu imagen, de tu sonrisa hermosa y de tu mirada adusta.
Y otra vez se agolpan las palabras. Me colman, me asustan, me acosan. Inquietudes que carga mi alma y no encuentran salida porque el temor las ciega y las deja perdidas.
Es más fácil en sueños, donde soy la reina y señora del lugar, donde el tiempo transcurre a mi merced. Pero sobre todo, donde nada me toca, nada me hiere, las sombras no me alcanzan y la tiniebla se disipa.
El corazón, potro salvaje, retoma su ritmo. Pero despierto, y muy a mi pesar, descubro que todo está igual que al principio...
martes, 8 de noviembre de 2011
miércoles, 10 de agosto de 2011
Los ojos de la Rosa
Con una mueca que no llegó a ser sonrisa, se despidió. Sus ojos negros, redondos como luna llena, se ensombrecieron. Y en lo que pareció un destello de luz, aparecieron las lágrimas que rodaron nítidas, hermosas, sobre sus mejillas carnosas.
La observé con un torozón en la garganta y el ser entero invadido de ternura. “Es una niña grande”, pensé, mientras la observaba desde el dintel de la puerta, a unos escasos diez pasos de donde ella estaba.
Durante unos breves segundos la recordé de chavalita y a través de esos saltos misteriosos que el tiempo da en la mente, la vi convertida en mujer. Ahora, allí estaba frente a mí, limpiándose ligeramente en la falda el sudor de las manos, tratando de despedirse sin llantos ni emociones visibles, saliendo rumbo a un país extranjero que ya no le es extraño.
No sé cuándo la volveré a ver, ni dónde. Lo único que sé, de momento, es que los ojos de la Rosa, esa mañana, me calaron el alma.
miércoles, 27 de abril de 2011
Granizo... ¡en Managua!
Po, po, pó-pó-pó… el sonido se volvió incesante. Neófita en estas lides, no le tomé importancia, aunque el sonido proveniente del techo sí me llamó fuertemente la atención.
No quise, sin embargo, desatender mi quehacer. Más bien pensé: “qué raro…” pues el cantarín golpeteo se me asemejó al que hacen los mamones (fruta propia de esta región) al caer sobre el techo. Y en el patio, no hay palo de mamón, sino ramas de un frondoso mango ubicado en la casa vecina.
Y es que de repente –pese a estar aún en verano- se nos vino un aguacero. Fuerte. Extraño si tomamos en cuenta que abril no es mes de lluvia. Comprensible si tomamos en cuenta los 38 grados acompañados de un ambiente altamente húmedo que predominó durante toda la tarde.
“Parece granizo”. Las palabras de mi compañero de trabajo no me alteraron. Lo volví a ver con cierto escepticismo. Pero como el golpeteo en el techo se hacía cada vez más intenso, él mismo se levantó a verificar… “Está granizando”, sentenció.
(Debo aclarar que él sí tiene experiencia en estas cosas, puesto que, aunque nuestra querida tierra de clima tropical dista mucho de ver granizadas, él vivió 2 años en Perú, en cuyas heladas regiones sí vio este fenómeno climático).
Así pues, mi cuerpo saltó de la silla cuando él aún no finalizaba su frase. Una mezcla de sorpresa y contentamiento me invadieron de pies a cabeza. ¡Granizo! ¡En Managua! Ver para creer. Por eso, aun cuando detesto mojarme los pies en la lluvia, salí al patio para recoger una escurridiza bolita de hielo, ponerla sobre la palma de mi mano y extenderla ante la vista del jefe: “Granizo”, le dije.
Su reacción no distó mucho de la mía. Él no camina con soltura debido a un accidente automovilístico sufrido hace 4 años, pero eso no fue impedimento para que saliera de lo más apurado a ver, en la calle, la inmensa alfombra de hielo que cubría el asfalto.
Espectáculo digno de ver para quienes habitamos en ciudades donde el sol y el calor imperan. Una tarde inolvidable, cuando cayó granizo en Managua… y el Barsa el ganó al Real Madrid… ¿qué más puedo pedir?.
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Datos personales
- La Nitos
- Managua, Nicaragua
- Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.


