domingo, 29 de enero de 2012

Respeto: Descansá en paz...


En el momento no supe qué sentir. “¿Cómo pudo pasar esto?”, me dije. Y ahí en medio de la eterna noche de insomnio, rodeada de una oscuridad silenciosa, dando vueltas en la cama que –rara cosa- desde “entonces” no me parecía tan inmensa, sentí profundas ganas de llorar.


¿Por qué? A ciencia cierta, no lo sé. Quizá sea porque soy una romántica empedernida, que se empecina en creer que las personas no cambian, y que si lo hacen es para bien. O tal vez porque en medio de todo, a pesar de todo, no concebía que se pudiera llegar a este punto luego de haberte querido tanto. O, a lo mejor sólo es  una de tantas reafirmaciones de que soy una mujer con emociones a flor de piel, que se niega a vivirlas a medias, y que cree que las manifestaciones afectivas deben calar el alma.


Lo cierto es que ahí estaba yo, con un torozón en la garganta, tragándome a cuentagotas las lágrimas amargas que alguna vez han probado quienes todavía creen en la humanidad. Me puse de costado, quedando frente a frente con mi otro yo. Y vi en sus ojos el horror de la incertidumbre, el espanto de no saber qué hacer con eso que te copa el corazón y se desliza por debajo de tu piel como un gusano invasor e inmundo.


Sólo entonces tomé conciencia de lo que pasaba. Ese algo que se quebró tiempo atrás, esa fisura otrora imperceptible, de a poco se convirtió en una falla tectónica que causa revuelo de vez en cuando con sus movimientos y sacudidas. Debo aprender a vivir con eso. El primer paso fue éste: reconocer y aceptar que, muy a mi pesar, te perdí el respeto.


La enorme interrogante de cómo, habiéndote amado como te amé, hoy no siento ni siquiera respeto por tu persona, fue sucedida por una frase que me sale de las entrañas: no importa cómo o cuándo. Lo importante es que te lo merecés.

viernes, 6 de enero de 2012

Bienvenido, 2012



Muertes cortas, con lentas agonías. Amaneceres de luto precedidas de largas noches invadidas por un sinfín de pensamientos dolorosos y sufridos. A todas se las llevó el viento. Todas forman parte del pasado que parece lejano, pero que –al menos, simbólicamente- están a tan sólo seis días, porque fueron vividas a lo largo del 2011.

Eso me dejó el año viejo: situaciones adversas en cadena, de los más variados tipos, colores y olores. Con baterías de larga duración incluidas. Pero también me dejó pequeños renaceres, nuevas visiones de la vida, de mi aquí y mi ahora. Me dejó mayor estatura, más paciencia y un tanto de resignación (lo cual, ojo, no significa zona de confort).

Nuevas experiencias, lecciones aprendidas, mayor conocimiento de mí misma, de mi entorno. Muchas lágrimas, pero más fuerza. Varias caídas con igual número de levantadas. Soledades y sonrisas. Sueños, esperanzas. Proyectos fallidos, ilusiones perdidas y de nuevo encontradas. Emociones intensas… Cantos de sirena que en algún momento lograron alejarme del camino y manos bondadosas que me tornaron antes de caer al abismo.

Gentes buenas se cruzaron a mi paso. Me reencontré con amigos de antaño. Amo y me siento de los cercanos más amada. Solventé situaciones, enfrenté problemas. Libé los néctares de las horas fraternas y la solidaridad de vecinos, conocidos y parientes…

Desconozco qué me depara el 2012. Pero de fijo sé, que me esperan muchos amaneceres.

Datos personales

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Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.