domingo, 12 de octubre de 2008

Con ambos pies


No sé si fue debido a las constantes burlas de mis hermanos mayores, a la influencia de los estereotipos sociales de belleza, a mi timidez –y por ende, inseguridad en muchas áreas de mi vida-, o a cualquier otro motivo que pudo marcarme en el momento. Pero lo cierto es que muy a mis quince, yo estaba inconforme con mi apariencia.
Me posaba frente al espejo para luego ir donde mi mami con mi pliego de quejas: “Mire” –le decía yo, mientras ella, mezclando toques de impaciencia y buen humor, subía la mirada y susurraba ‘Ay Dios’-: "mi pelo es demasiado liso y mis cejas muy gruesas, no me gustan mis camanances (hoyuelos en las mejillas), soy muy chaparrita, mis uñas muy pequeñas"… La lista parecía no tener fin. Pero lo tenía, sólo que al llegar a mis pies, me quedaba sin habla.
Nacido de un matrimonio entre un hombre de marcados rasgos indígenas y una mujer portuguesa (nunca supe por qué su familia emigró a mi país, pero esa es otra historia), mi abuelo tenía un pie ancho y regordete, de uñas grandes y gruesas. El cual heredó mi madre; mientras que mis tías tienen unos pies de ensueño, casi salidos de esas películas de Walt Disney.
El asunto es que, la implacable genética me hizo ‘sacar’ los pies de mi bisabuelo. Yo, orgullosa declarada de llevar sangre indígena en mis venas, debo reconocer que durante años deseé en silencio haber heredado los lindos pies de mi bisabuela, la portuguesa.
Pasó el tiempo y se llevó mi adolescencia. Mi cabello de hebras finísimas y lacias, mis ‘camanances’ (hoyuelos), mi estatura… todo fue correctamente digerido, excepto la apariencia de mis pies.
¡Qué tortura era ver a las chavalas con esos piecitos lindísimos! Lucían sandalias de todos los estilos y colores habidos y por haber. Cuando íbamos a la playa miraba los de mis tías y los de mis hermanas, que las hacían parecer hadas revoloteando sobre la arena.
Pero como dijo mi padre: no hay nada que el tiempo no cure. Y mi pesadilla pasó. Hoy me siento bien conmigo misma. Me acepto como soy, y lo mejor de todo, me quiero tal cual. Estoy bien plantada, con ambos pies.
Si alguien osa hacer un comentario negativo sobre estos maravillosos pies que nuestro Padre Celestial me regaló, atino a compartir lo agradecida que me siento porque me sostienen y gracias a ellos me movilizo. El resto es historia.

jueves, 9 de octubre de 2008

Gracias por existir


Llegaste a mi vida de manera inesperada, pero creo que fue en el momento indicado. Sobre todo porque, aliquebrada, me sentía como una pajarita frágil, triste, sin saber si podría emprender nuevamente el vuelo.
Y tus palabras, con esa voz dulce, comenzaron a descender sobre mi alma, como el rocío sobre una flor casi marchita, devolviéndole poco a poco la vida.
Pero el mejor regalo que pudiste darme, fue abrir tu corazón de par en par para mostrarme las heridas abiertas, aún dolientes, que no cejan en el intento constante por sanar; pero también las cicatrices de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que pasó de golpe, de lo que chocó de frente con tu vida de niño inocente, marcándote para siempre.
¿Y sabés? Te agradezco eso profundamente porque has sido una inspiración para mí. Cuando hemos llorado juntos, o reído a carcajadas, me has dejado un poco de vos, me has invitado a crecer como persona y como mujer, me has brindado tu brazo para levantarme aún cuando muchas veces, vos mismo necesitás un punto de apoyo para seguir.
Por eso eso hoy quiero decirte lo importante que sos para mí. Porque con vos decidí sentirme feliz, abrir las ventanas y dejar que entren los rayos del sol. Gracias por ser como sos, gracias por existir… ¡Felicidades!

jueves, 2 de octubre de 2008

El teatro de la vida


Llena de sentimientos y recuerdos, como me encuentro ahora, nada me parece más propicio que este poema, cuya autoría es atribuida al grandioso Charles Chaplin:

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos...
Por eso, canta, ríe, baila, llora
y vive intensamente cada momento de tu vida...
...antes que el telón baje
y la obra termine sin aplausos.

¡Hey, hey, sonríe!
mas no te escondas detrás
de esa sonrisa...
Muestra aquello que eres, sin miedo.
Existen personas que sueñan
con tu sonrisa, así como yo.

¡Vive! ¡Intenta!
La vida no pasa de una tentativa.

¡Ama!
Ama por encima de todo,
ama a todo y a todos.
¡No cierres los ojos a la suciedad del mundo,
no ignores el hambre!

Olvida la bomba,
pero antes haz algo para combatirla,
aunque no te sientas capaz.

¡Busca!
Busca lo que hay de bueno en todo y todos.
No hagas de los defectos una distancia,
y sí, una aproximación.

¡Acepta!
La vida, las personas,
haz de ellas tu razón de vivir.

¡Entiende!
Entiende a las personas que piensan diferente a ti,
no las repruebes.

¡Eh! Mira...
Mira a tu espalda, cuantos amigos...
¿Ya hiciste a alguien feliz hoy?
¿O hiciste sufrir a alguien con tu egoísmo?.

¡Eh! No corras...
¿Para qué tanta prisa?
Corre apenas dentro tuyo.

¡Sueña!
Pero no perjudiques a nadie y
no transformes tu sueño en fuga.

¡Cree! ¡Espera!
Siempre habrá una salida,
siempre brillará una estrella.

¡Llora! ¡Lucha!
Haz aquello que te gusta,
siente lo que hay dentro de ti.

Oye...
Escucha lo que las otras personas
tienen que decir,
es importante.

Sube...
Haz de los obstáculos escalones
para aquello que quieres alcanzar.
Mas no te olvides de aquellos
que no consiguieron subir
en la escalera de la vida.

¡Descubre!
Descubre aquello que es bueno dentro tuyo.
Procura por encima de todo ser gente,
yo también voy a intentar.

¡Hey! Tú...
ahora ve en paz.
Yo preciso decirte que... TE ADORO,
simplemente porque existes.

Carta Abierta*

1640 días han pasado y aún me parece que fue ayer. No sé si cuatro años es poco o es mucho tiempo… quizá sólo depende de con qué prisma vea las cosas, porque, como usted solía repetir: nada es absoluto en esta vida. Y, todo lo vemos según nuestra verdad.

Pues la mía, hoy, es ésta. Estuve llorando, una vez más, su ausencia. Y mientras escribo no puedo evitar que las lágrimas –como si fueran chiquillas traviesas- corran incansables por mis mejillas. Y es que, daría lo que fuera por estrechar una vez más su mano, escuchar su sonora carcajada, verme reflejada en su cálida mirada.

Pero deseo que, en esta ocasión, mi verdad vaya más allá de cualquier tristeza. Quiero que mi alma se engalane de gozo porque lo tuve a usted en mi vida, porque me brindó a manos llenas sus mejores años, porque me enseñó lo que sabía, porque le amé y fui por usted amada.

Dejo la escritura y cierro los ojos por un instante… miles de momentos se agolpan en mi mente. Mi breve recorrido cronológico dentro del baúl mental de los recuerdos me remonta a mis tres añitos, cuando tendida boca abajo, solía repasar las letras en el libro ‘Coquito’, con el que me enseñó a leer.

“Mire, ahora soy más alta que usted”, le decía, mientras me chineaba para que yo sobrepasara su cabeza y tratara –siempre en vano- de tocar el cielo raso. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en mi tierno rostro, mientras sus ojos desprendían chispazos de alegría. ¿Cuántos tenía yo? No más de cinco años.

Fui creciendo… pero eso no impedía que jocosamente, cada día, me hiciera cosquillas con su bigote, o me dejara tocar su barba antes de rasurar porque me gustaba que ‘raspara’ mis deditos.

Y, ahora que lo pienso, no sé cómo se las ingenió para sustituir los juegos por interesantes charlas sobre política, literatura o mitología. Mientras mis hermanos y yo nos sentábamos alrededor de aquella cama que me parecía inmensa…

Anécdotas por montones, datos curiosos, capitales del mundo, chistes, adivinanzas, canciones. Clases sabatinas –y obligatorias- de gramática para mis hermanas mayores, clases de álgebra para ‘Felito’, recomendaciones de lecturas (como El Diario de Ana Frak y El Principito). Historia de Nicaragua, genealogías reales (me pregunto ¿qué lo motivó a estudiar los árboles genealógicos de reyes y reinas?), historia universal, cambios en el mapamundi…

¿Sabe? Ricardo y yo todavía nos reímos al recordar cuando usted no quería entrar a la sala para evitar que yo se lo presentara. También platicamos de cuando, al declararnos marido y mujer, se le quebró la voz.

A veces comentaba con mi mama que, ya ve, al principio no quería conocer a Ricardo, y cuando estuvo hospitalizado más bien preguntaba por él para que lo ayudara en lo que necesitaba…. ¡ajá, verdad, terminó domesticándolo ese jodido negro! Jajaja.

Dentro de un mes, Mosi saldrá de primaria. Anoche dijo: “Me gustaría que estuviera vivo mi papa Alfonso, para invitarlo a mi promoción y para que conociera a Alfonsito también”.

Pero no me preocupo, pues sé que usted conoce a Alfonso Roberto, aunque el niño nació dos años después de que usted partiera. Y también sé que por nada del mundo se perdería la graduación del 'tierno de su tierna'… Sé sin ninguna duda que donde usted está puede vernos, acompañarnos, sentirnos. Al igual que yo lo siento aquí conmigo, porque lo llevo no sólo en mi mente, sino también en mi corazón.

Carta abierta, dirigida a mi padre (*23 agosto, 1936 / +1° octubre, 2004).
*Escrito el 1 de octubre, actualizado el 2 de octubre.

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.