viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidad sin Managua - Parte I


Nicaragua no sólo pasó la Navidad sin Managua, sino que pasó de luto. Los festejos se convirtieron abruptamente en espanto, dolor, fatiga, desolación...

A los 35 minutos del 23 de diciembre de 1972, Managua, "La novia del (lago) Xolotlán", quedó sin alma: un terremoto de 5.6 en la escala de Richter se llevó no sólo el centro de la ciudad, sino también la vida de más de 10 mil personas. En ese tiempo contaba con 450 mil habitantes.

A inicio de los '70, Managua era la capital más moderna y con mayor vida nocturna de Centroamérica. La 'crema y nata' de la región organizaba y asistía a fiestas en los hoteles managuas.

Con este terremoto, se estima que alrededor de 57 mil de los 80 mil edificios y casas quedaron destruidos o seriamente dañados, incluyendo la mayoría de los edificios gubernamentales. Igualmente, se calculan daños al 95 % del comercio, cuatro hospitales con 1,650 camas y 956 aulas. Los sistemas de agua, electricidad y telefonía colapsaron.

En la gráfica, aparece el Edificio Lang (amarillo), ubicado cerca de la intersección de la Avenida Bolívar y la Calle 15 de Septiembre. Un poco hacia atrás, se observa la Basílica de San Antonio, en el barrio del mismo nombre.

(Datos y fotos tomados de: LA PRENSA/Cortesía Colección Steinbrugge).

jueves, 11 de diciembre de 2008


Me molesta sobremanera encontrarme con un desconocido preguntón. No sé si esto se deba a que soy muy reservada con mis cosas o simplemente a que dirijo hacia otros blancos, la pequeña cuota de tolerancia que poseo.

Como sea, aquel taxista no fue la excepción. Luego de unos segundos de silencio, comenzó a afinar su puntería y el tiro no se hizo esperar. “¿Vive por aquí?”, comenzó. Le respondí una escueta negativa y por mi actitud no dejó de embargarme un sentimiento de culpa, pese a que efectivamente lo abordé cerca de mi centro de trabajo y no de mi lugar de habitación.

Caía la tarde y ese día –como rara vez sucedía- mi ex y yo salimos temprano del periódico. De hecho él se desocupó un poco antes, así que se fue a comprar boletos para el cine, previendo que la fila de espera para entrar podría ser larga.

Una tras otra, las preguntas resonaban en mis oídos. Yo respondía casi de manera automática mientras revisaba el reloj a cada instante. Iba a las justas y no me encanta la idea de entrar a ver una película comenzada. Pero sobre todo, me estresaba la ‘preguntadera’ del tipo curioso.

“Ya va tarde, ¿verdad?”, me dijo. “Perfecto” –pensé- “ya notó que voy rápido y se va a apurar”, por lo que en menos de lo que canta un gallo le respondí que sí.

“¿Usted trabaja ahí? (en el centro comercial destino)”. No, le dije. Sinceramente, nunca supe ni sabré qué de mi expresión verbal o no verbal le indicó al señor algo relacionado con la siguiente pregunta, pero el hecho es ese: “¿Va a una entrevista de trabajo?”, consultó, y, más por salir del paso que por otra cosa, le respondí que sí.

Pero mi actitud hacia aquel hombre cambió en cuestión de momentos. “Ay mamita” –expresó con cierto tono paternal- “ojalá que le vaya bien, que la contraten… la vida está dura pero confíe en Dios de que todo va a salir bien…”

Los segundos posteriores sólo sirvieron para echar sal a la herida. O sea, para que yo me sintiera como la más villana de todas las películas: “Mire, yo tengo una cuñada que trabaja en los cines, se llama Mariela, vaya ahorita mismo a preguntar por ella, dígale que yo la mando para que la ayude. …”

Y sin siquiera un respiro me dio sus datos personales: nombre (claro, tenía que decirle a la Mariela quién me enviaba por el puesto), número celular y barrio donde vivía. Todo “por cualquier cosa”, es decir, por si podía ayudarme en mi proceso de búsqueda.

Lo menos que pude hacer fue agradecer profundamente al hombre, mientras le brindaba la mejor de mis sonrisas y le deseaba lo más bueno de la vida. Me bajé de ese taxi con una nueva visión del mundo: pese a todo, aún existe gente buena. Y claro, con la meta de ser más tolerante con los preguntones.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Mi juego


Me como las uñas, muero de ansiedad. Porque enfrento una situación nueva, porque todo me es desconocido, porque los sentimientos brotan por los poros y los pensamientos se agolpan.

Pero, ¿quién no ha pasado por esto al menos una vez en su vida? No saber qué hacer... no por el hecho de desconocer el paso a seguir, sino porque se es 'primerizo' en el intento. Y aquí estoy, pasada la medianoche, escribiendo estas líneas. Pensando. Sintiendo. Deseando que el momento no llegue pero a la vez que todo pase rápidamente.

Debo reconocerlo: mi muro de Berlín, el que me llevó tantos años 'construir' está cayendo. Lo peor de todo: ni siquiera puedo culparte, porque somos responsables de nuestros actos, así que debemos asumir las consecuencias. Y es bueno que caiga, aunque me sienta desnuda, al aire libre, desprotegida.

La incertidumbre me acribilla, no sé cómo mover las fichas, cómo saltar el cuadro, cómo ganar la partida. Aún así, prosigo, porque...

El juego no termina, hasta que se termina.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?


Siendo casi una niña comencé a leer poesía. Toparme con Lope de Vega fue sólo un paso inevitable. Comparto con ustedes este poema que no sólo me tocó lo más profundo del alma cuando lo leí por primera vez, sino que muchos años después de ese momento, sigo haciendo mío...

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
¡Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!

¡y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-
para lo mismo responder mañana!

viernes, 5 de diciembre de 2008

Sin sonrisa... está yuca


Su mirada de niña quedó impregnada en mi memoria. De hecho, cuando la conocí, sus brazos abiertos de par en par me dieron la impresión de que aquella joven mujer, morena y chaparrita, era una persona amistosa y transparente. Pero resultó ser mucho más.

La 'Chabe', como le llaman todos en su centro de trabajo, al igual que muchos otros salvadoreños, tiene una historia impresionante. Tras de sí no sólo hay una estela de dolor y privaciones propias de quienes han vivido en carne propia los horrores de la guerra, sino que hay toda una escuela de amor por el pueblo y por la patria, de luchas para alcanzar los sueños, de sacrificios por seguir adelante a pesar de los pesares.

Al coordinar -por asuntos de trabajo- una corta visita a su ciudad, tuve la oportunidad de hablar con ella en diversas ocasiones. Pero la mañana del 4 de diciembre (un día antes de mi partida), su historia hizo un click con la mía. Sentí que sus palabras removían lo profundo de mis entrañas al punto de sacarme las lágrimas, y que aun cuando creí que la lección estaba aprendida, siempre habría algo nuevo.

"Hay que sonreír. En mi familia siempre decimos: 'Cuando falta la risa, la cosa está yuca (mal, complicada)'. Porque cuando dejamos de reírnos, algo se muere... retrocedemos todo lo que hemos avanzado, perdemos lo que hemos alcanzado".

Sus palabras me dejaron helada, sobre todo porque salían de la boca de alguien cuya familia lo perdió todo y que nació en un campamento de refugiados en un país hermano, donde tuvieron que huir para no ser exterminados.

Ahora mismo, ya de regreso al calor de mi hogar, al escribir estas letras, por mi mente pasa una película de terror y tristeza. Y me fuerzo a recordar mi propia historia, la de mi amada Nicaragua, los enfrentamientos armados en las calles, las avionetas push & pull sobrevolando la ciudad mientras soltaban bombas que mataban inocentes, la angustia de los adultos que caminaban decenas de kilómetros para obtener un poco de comida para sus críos.

Mientras las lágrimas se agolpan me recrimino. Y me digo: 'cuando falta la risa, la cosa está yuca' y dejo escapar la sonrisa porque al final de cuentas queda la esperanza de un mejor porvenir y la certeza de que, con la cabeza en alto y paso firme es que se avanza hacia el futuro.

Hoy dedico estas líneas a quienes se niegan a quedarse con el dolor. Gracias a vos, 'Chabe', por compartirme tu historia. Gracias por esta enseñanza. Gracias por marcar mi vida.

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.