miércoles, 3 de junio de 2009

Acosador sin bigote


El tiempo pareció detenerse de manera intempestiva. Mi entonces esposo y yo volvimos a vernos pero nuestros ojos apenas hicieron contacto. Y es que, debido a lo que Mosíah –nuestro hijo único hijo en esa época- acababa de decirnos, todos nuestros sentidos se volcaron hacia él.
Ese día era un tanto especial. No sólo porque fue el inicio de la temporada estudiantil, sino porque ese año entraba a primaria luego de ‘graduarse’ en el Preescolar (¿vieron que eso de las graduaciones se puso de moda?). Y, por si fuera poco, iniciaba este proceso en un nuevo centro de estudios.
Así las cosas, en esta ocasión, teníamos más motivos para continuar con la rutina que habíamos iniciado tres años atrás, cuando ingresó a primer nivel: preguntar siempre, “¿cómo te fue?”.
Mi hijo siempre mostró una particularidad: como decimos en Nicaragua, teníamos que ‘sacarle las palabras con cuchara’ y esa ocasión no fue diferente, por lo que la charla, hasta unos segundos antes del intercambio de miradas que detallo al inicio, fue más o menos así:
- ¿Cómo te fue, amor?
- Mmm… (encoge los hombros sin volvernos a ver)… Bien.
- ¡Qué bueno! ¿Y qué tal tu nuevo colegio?
- Mmmm… (hace un ligero gesto con la boca, indicando cierta indiferencia por el cole).
- ¿Pero qué te pareció, viste que es bonito? Tiene campo de fut, es de tres pisos…
- Ujum…
- (A esas alturas, más que curiosa, estoy impaciente). Negrito, amor, mirá: necesito saber cómo te sentís en tu nuevo colegio, cómo te fue el primer día, si te presentaste con la profesora, en fin, tu papá y yo queremos saber todo para tomar decisiones pero vos sos la única persona que nos puede informar, así que contame: ¿todo bien?.
- Sí…(varios segundos de silencio)… bueno, todo iba bien hasta que el tipo ese me comenzó a seguir.
- ¡Cómo! ¿Un tipo te siguió?. El corazón parecía no tener cabida en el pecho. Mi ex y yo nos volvimos a ver y por medio de señas le pregunté si deseaba tomar la batuta ante semejante confesión y respondió que no. Visualicé el colegio y la enorme barda que lo rodea, me pregunté cómo le hizo el tipo para entrar… (Esto y más, en fracciones de segundos).
Me acomodé, eché un vistazo rápido al rostro del niño como tratando de imaginar los angustiosos momentos que pudo pasar y así en ráfaga, espeté todas las preguntas que tenía atravesada en la garganta: ¿qué tipo, vos lo conocías?, ¿viste por dónde entró al centro? ¿había algún padre (es un colegio de Jesuitas) supervisando? ¿le pediste ayuda a la profesora?
Mi pequeño hijo sólo atinaba a mover negativamente la cabeza mientras yo urdía cómo, a qué hora y con quién debía hablar al día siguiente cuando llegara a interrogar sobre el sistema de seguridad que implementaban los sacerdotes, puesto que fue visiblemente violentado ese día.
Luego del primer impacto, respiré profundo y le advertí la importancia de que recordara todos los detalles del acosador: forma y color del cabello, ropa que vestía, etc. Continué preguntándole y así me enteré que quien siguió a mi niño durante todo el recreo, en una de esas logró acercársele para preguntarle su nombre.
Yo, enloquecida al saber que el tipo tuvo contacto directo con mi hijo, comencé a interrogarlo sobre posible información que hubiera brindado a un desconocido, a la vez que solté otra ráfaga de preguntas, hasta que pronuncié el ábrete Sésamo: “¿usa bigote?”.
- Mamaaaaa, ¿cómo se te ocurre que un niño puede usar bigote?. PLOP.
La pregunta me desconcertó a más no poder, y me vi obligada a replantear mis inquietudes. Comencé con un: “¿niño? ¿quien te seguía era un niño?
Efectivamente señores. Un chavalito, también nuevo en el colegio, quiso hacer amistad con mi niño, pero éste se dedicó a recorrer todo el centro escolar buscando cómo deshacerse del 'pegoste'.
Adivinen… el chiquillo tan sólo era otra pequeña alma lanzada a un mundo nuevo. Y tan sólo andaba en busca de un amiguito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.