jueves, 29 de julio de 2010

Un beso y una flor


Amado Sam: no te pregunto cómo estás porque poco tiempo después que supe de tu viaje, comprendí que tenías mucho trabajo por hacer en función de tu progreso y bienestar.

Debo confesarte que a pesar de ese conocimiento, no puedo evitar sentirme triste. Hoy por la mañana lloré. Y anoche. Y toda la mañana de ayer… Desde que tu tío me llamó a su oficina para, con mirada adusta, expresarme que me tenía una ‘mala noticia… muy mala, de hecho’. Su seriedad me hizo pensar que el asunto era realmente serio. “Se cayó el negocio”, me dije. Uno en el que hemos trabajo arduamente durante los últimos dos meses.

Sinceramente, nunca esperé que las malas nuevas fueran las que recibí, pues obviamente uno no se espera ese tipo de cosas. Jamás pensé que la Muerte te tocara con sus tétricas manos en plena juventud (tenías tan solo 26 años...toda una vida por delante y mil proyectos pendientes).

El primer hijo de mi hermana mayor. El primer nieto nacido vivo (te antecedió Carlitos, el hijo de tu tía, que murió antes de nacer). El primer sobrino. Un cipotito excepcionalmente vivaz. Hiperactivo. Sociable, muy sociable. Sonriente.

Eras un chavalo que tenía muchos desafíos, como cualquier otro ser humano. Pero que también estaba dotado de un sinfín de cualidades y dones que le hacían bien merecer el afecto de la gente. Cariñoso, buen anfitrión y excelente cocinero. Siempre de buen humor. Tu sonrisa picarona hizo suspirar a más de una y cuántas bromas te hice por ello…

Siempre sentí que desarrollamos una conexión especial. Quizá fue porque yo te cuidaba cuando eras peque, te ayudaba a hacer las tareas escolares y al finalizar la tarde nos sentábamos afuera de la casa. Hablábamos de todo un poco, nos reíamos mucho… con frecuencia me pedías escuchar historias bíblicas y yo siempre tenía alguna para contar.


Así que, cuando mi hermano dejó de escribir en su computador, giró su silla y me miró a los ojos para decirme “Samuelito se murió”, yo sentí que un ser invisible con la malvada intención de hacerme caer, había removido el piso de debajo de mis pies. Por unos fragmentos de segundo el mundo dejó de girar y me desplomé sobre la silla más cercana, más por inanición que por otra cosa.

Me repetí un NO rotundo incontables veces. Me negué a creer que aquello era cierto. Lloré hasta que mis ojos no pudieron más. Volqué mi alma al Cielo para pedir consuelo y el Padre, en su infinita misericordia, me lo concedió.

Te extraño, mi querido niño. Pero sé que las familias pueden ser eternas y, de momento, sólo emprendiste el camino para cruzar el velo antes que yo. Con la certeza de que volveremos a vernos, mientras llega ese momento, te llevaré en mi corazón. En tumba dejaré un beso y una flor.

4 comentarios:

  1. Nuerita... ¿es verídico y/o reciente el relato?

    De serlo así, mis más sinceras y sentidas condolencias.

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  2. Suegrita, lamentablemente sí: es verídico y reciente. Mi sobrino conducía el automóvil en el que sufrió un accidente y falleció la noche del lunes 26/7/10 =(

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  3. Siento mucho tu perdida.
    Tu sobrino está en un mejor lugar, dichoso él que ya se encontró con su creador.
    Abrazos.

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  4. Ya compartimos tantas penas amiga querida, como si tuvieramos vidas paralelas... pero la perdida de un ser querido es algo que ninguna de las dos nos esperabamos... ¿Como nos apoyamos mutuamente mi querida Mayda si a las dos nos quitaron el piso?... Nada... solo nos queda el consuelo de un día encontrarnos en Toscana...

    Anita

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Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.