jueves, 12 de mayo de 2016

Adiós

No sé cómo decirlo sin que suene a una frase más, pero no hay otra manera de expresarlo: ¡Te amo! Pasé muchos años sintiendo cómo el silencio me corroía la garganta. Los pensamientos me llevan a mundos inimaginables y me encuentro, entre adormecida y despierta, ora entre ideas de hielo, ora entre cálidas lágrimas.

Qué difícil ha sido desearte con el alma y saber que no podré tenerte. ¡Cuánta angustia! ¡Cuánto dolor! Tantas noches contándole en secreto a la almohada, mis planes imperfectos de traerte a mi lado. Imaginándote. Escuchándote. Sintiéndote.

Y, ¿sabés? En mi terrible osadía de quererte, nunca sentí preferencia alguna por tu apariencia: cachetes morenos o sonrosados; ojos negros y soñadores o sonrientes y redondos, como tapita de galleta de chocolate; cuerpo delgado o carnoso; cabello lacio y escurridizo o de hermosos y rebeldes rizos. Eso, a decir verdad, siempre fue lo de menos. Al fin de cuentas, tu perfecta presencia trascendería a las imperfecciones no etéreas.

Lo importante es que te amé desde siempre, o, al menos, desde que entraste a mi mente como un finísimo haz refulgente que cobró vida y de inmediato se anidó en mi corazón. Tu sonrisa cautivante, tu calor, tus dedos entrelazados con los míos mientras recorríamos las calles de la calurosa Managua… todo vivía aquí dentro de mi pecho como un pequeño remolino que al asomarse dejaba un gran caos.


Pero, hoy abrí los ojos y te desvaneciste. He decidido dejarte ir (¿puedo ‘dejar ir’ lo que realmente nunca tuve?). Te lloro una vez más, pero esta vez es un llanto consciente de que la realidad es muy distinta a mi sueño, porque eso sos: un gran sueño. Un inmenso deseo que me arrebató las entrañas durante tanto tiempo. No sé si estas letras serán suficientes para cerrar nuestro capítulo, mi capítulo, pero sí sé que es el inicio de un fin que tarde o temprano tenía que llegar, porque se nos pasó el tiempo, hija. Me quedé con el anhelo y vos buscaste otro sendero.

viernes, 4 de julio de 2014

¡Hoy seré feliz!

Me resulta entretenido observar a las personas. Las que van con el ceño fruncido, pensativas, hablando consigo mismas… pensando en voz alta, quizá, o sosteniendo la más interesante plática con su interlocutor imaginario. Las que van  ‘empericuetadas’ (muy arregladas) y altivas, como sintiéndose dueñas del mundo, las sonrientes, las cabizbajas.

De manera particular me gusta detenerme en los niños que, totalmente despreocupados –aun cuando van contra el tiempo- caminan hacia su escuela. Ésos, la mañana de hoy, me pusieron a meditar.

Y es que debo reconocerlo, puedo ser muy estresada. Soy risueña, río con la mayor de las facilidades y generalmente llevo la risa a flor de piel. Pero nunca he negado que soy de emociones intensas, así que con esa misma facilidad me surge el estrés.

Esa preocupación que proviene de una situación no resuelta, de lo que ha de venir, de lo que pasó y no estuvo bajo mi control, de aquello cuyo desenlace desconozco porque ni siquiera se acerca a su fin. Pensándolo bien, creo que inconscientemente me las ingenio para vivir con el mundo a cuestas.

Por eso, mientras regresaba a mi casa, luego de llevar a mi hijo a su colegio, tomé una decisión. Hoy seré feliz. Disfrutaré mi día. Recibiré con gratitud las caricias del apacible viento que refresca el ambiente, el dulce trino con que los pajaritos agradecen el nuevo día a nuestro Creador, la presencia de mis bellos hijos, la salud, el trabajo, ¿y por qué no? también las adversidades, porque a través de ellas crezco y me hago más fuerte.

Soy una guerrera. Llevo incontables cicatrices en el alma, que dan cuenta de muchas batallas perdidas... pero mientras viva, seguiré librando la guerra. A ser feliz, entonces. ¡He dicho!

sábado, 28 de junio de 2014

Mi regreso...

El tiempo pasa volando. Me parece que fue ayer que escribí mis últimas letras. Tantas palabras que se convirtieron en silencios. Tantos silencios que acallaron mis palabras. Y todos esos sentimientos que buscaron escape… convertidos en sudor y lágrimas. Y suspiros.
No sé decir si en este lapso me he hecho más fuerte o más débil. Tan solo sé que soy una Nitos más grande; con una visión diferente de tantas cosas y más clara de lo que quiero; aunque debo confesar que aún voy por el camino definitivo del descubrimiento de cómo conseguirlo…
No es fácil. Al menos no para mí. Porque esto de suspender las pausas, reavivar sueños, trabajar en función de nuevas metas, darte cuenta (o más bien, recordar) que el tiempo pasado no se recupera, fortalecer lazos amistosos, romper las cadenas de la rutina… es cansado.
Definitivamente no soy la misma de antaño. No solo porque se quebró el vaso que llevo dentro para dar lugar al nuevo barro. Sino porque el tiempo no pasa en vano. El cuerpo se desgasta y si algo me mantiene en pie, es que mi espíritu se renueva.

Gracias a Dios por ello. También a los seres que amo, a quienes me inspiran y a quienes, con sus manos, tejen una red de soporte cuando voy en caída libre. He vuelto. Y no pienso volver a irme.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Recuerdo


Lo que inició como un momento para compartir en familia, bien pudo terminar de manera fatal. Hace 5 años, un día como hoy, un bus embistió el carro en el que viajaba con mi hermana, mi hermano, una amiga y mi hijo de -en ese entonces- un año.

Generalmente, cuando meditamos sobre lo sucedido, terminamos concordando en que el Señor nos quiso prestar más vida. Que "no estábamos en la raya", como se dice popularmente por estos lados... y a la larga, en el fondo me gusta pensar que mi misión en esta tierra no estaba concluida.

Pero hoy no sé. Hoy me siento rebelde... con bajo perfil, pero rebelde. Así que hoy no diré nada. Guardaré silencio y con mi silencio sentaré mi posición. Tal vez todo esto se debe a que ando triste. Sí, me entró 'la depre' y ando casi arrastrando los pies por estos senderos de la vida que me ha tocado, preguntándome dónde está la luz que indica el final del túnel, meditando sobre cada estúpido error (que, si lo veo bien, debo reconocer que no puedo remediar) que he cometido a lo largo de estos años y analizando si vale la pena los que estoy pensando cometer.

Ya, pues. Haré caso a una de las tantas enseñanzas de mi madre: si no tengo nada bueno para decir, mejor es no decir nada. Pero antes de guardar silencio quise registrar que sí recuerdo el accidente que, cuando ando en mis cabales, me ayuda a tener una perspectiva más amplia y multicolor de mi día a día...

martes, 24 de julio de 2012

En mi jardín


Tengo una sensación rara en el cuerpo. Y en la mente. Y en los dedos que se quedan estancados en el teclado en vez de rozarlo cual si fuera un dulce beso de muchachos enamorados. Ha de ser porque recién he llorado. Lloré a mares, una vez más… pero eso ya lo sabés. Otra vez, te lloré. No puedo evitarlo. ¿Y qué querés? Si tan sólo han pasado dos años desde que cruzaste el delgado velo que a muchos aún nos separa de la muerte.
¡Y me dolés! Cuando te recuerdo de niño, tan vivaracho, tan lleno de energía, tan sonriente. Extraño tu sonrisa de adulto, tu mirada cómplice, tu comida. Pero sobre todo, extraño ese cordoncillo invisible que, sin ser umbilical, unió nuestros espíritus desde siempre.
Me sentí triste porque no pude visitar el cementerio hoy. Pero luego recapacité: no necesito sembrar flores sobre el puñado de tierra que cubre tus restos… porque siempre has vivido y vivirás en el jardín de mi corazón.

lunes, 19 de marzo de 2012

Despedida...

Alcé la vista. Quise contemplar las estrellas y mis ojos se toparon con ese árbol que, altivo, asoma sobre el muro para ofrecer al brillante cielo las flores amarillas de su copa, como un hermoso bouquet.

Quedé inmóvil. Observé el infinito. Sentí las caricias del viento rodeando mi cuerpo y el ligero frío que invadió mi ser. -¡Cómo pasa el tiempo! - me dije. Y no supe si sonreír o derramar la tristeza que me agobia.

Nos conocimos una noche de febrero -estrellada como ésta, quizá-, hace tantos años ya. A partir de entonces, me entregaste ese amor que sentías tan a tu manera y que no siempre comprendía, pero que comencé a asimiliar un tiempo antes de tu partida, aquella noche de marzo. (Nos conocimos un 21 de febrero, nos despedimos un 21 de marzo).

Recuerdo tus ojos tristes de mirada fija. Tu respiración cada vez más agitada que aceleraban mis sollozos. Te lloré y quizá tu corazón alguna derramó mientras guardabas silencio.

Han pasado 5 años desde entonces y, ¡cuánto te extraño cada día, madre!

sábado, 17 de marzo de 2012

En silencio...

Una maraña de ideas -¡todo tipo de ideas!- azota mi mente. ¿Qué debo pensar? ¿Qué debo sentir? ¿Qué debo decir?.

Decidí callar ante la ausencia de tus palabras. Y las dudas -benditas dudas... siempre presentes- se cuelan por los poros, se deslizan lentamente bajo mi piel y se aferran a mi carne. Se incrustan. Se las ingenian para mezclarse con mis células y formar parte de mi ser. O sea, ya no se irán...

Palabras a medias. Puntos suspensivos. Signos de interrogación flotando por todos lados. Tragarme una a una todas las interrogantes (siempre fieles compañeras), no me deja respirar. Pero decidiste enmudecer una vez más y lo debo respetar, aun cuando creo que había mucho por hablar.

¿Prudencia, discreción, reserva, desconfianza? Quizá un poco de todo, quizá un poco de nada. Lo cierto es que aquí estoy, tratando de ordenar pensamientos. Repasando letra por letra, espacio por espacio, acción por acción, omisión por omisión... las tuyas y las mías. Y llego a la triste conclusión de que tus deducciones y las mías sólo son eso: interpretaciones personales que podrían estar totalmente erradas (o muy llenas de verdad, pero nunca lo sabremos), y que nos sirvieron de pauta para tomar decisiones y seguir un camino.

Me niego a aceptar las palabras del Gato de Cheshire (Alicia en el país de las Maravillas): "No importa qué camino sigas, siempre que llegue a alguna parte". Me niego... porque a Alicia le daba igual hacia dónde conducían las sendas, a mí no.

Por eso, sigo con mis interpretaciones, no tengo otra opción. Pero sigo en espera del momento preciso para -quizá algún día- obtener respuestas. Mientras tanto, sigo con la inquietud, meditando... que no sé cuál fue peor, si tu silencio o el mío.

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.