
Suspiro. Hago mis ejercicios de respiración. Nada. Permití que dos imprudencias cometidas por sendas pesonas me robaran la calma. Sé que no vale la pena, sé que no está bien, pero hecho está. Trato de concentrarme y no puedo.
La inquietud me invade. Siento enojo hacia estas personas y hacia mí misma. Aspiro, espiro una y otra vez. Lección aprendida. Tengo que practicar más el levantar camposo emocionales de protección para que no me afecten tanto las cosas que otros dicen/hacen. De pronto el cielo se oscureció y sentí que era una señal. ¿Han leído esa teoría de las señales que nos envía la vida? Pues hoy, le hago caso.
Veo dentro de mí misma, reflexiono un momento y concluyo que debo recuperar mi equilibrio. Así... Tiro al viento las malas vibras y sigo mi camino en paz.

Vaya que has escrito. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias. Viniendo de quien vienen, tomo esas palabras como un cumplido.
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