viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidad sin Managua - Parte I


Nicaragua no sólo pasó la Navidad sin Managua, sino que pasó de luto. Los festejos se convirtieron abruptamente en espanto, dolor, fatiga, desolación...

A los 35 minutos del 23 de diciembre de 1972, Managua, "La novia del (lago) Xolotlán", quedó sin alma: un terremoto de 5.6 en la escala de Richter se llevó no sólo el centro de la ciudad, sino también la vida de más de 10 mil personas. En ese tiempo contaba con 450 mil habitantes.

A inicio de los '70, Managua era la capital más moderna y con mayor vida nocturna de Centroamérica. La 'crema y nata' de la región organizaba y asistía a fiestas en los hoteles managuas.

Con este terremoto, se estima que alrededor de 57 mil de los 80 mil edificios y casas quedaron destruidos o seriamente dañados, incluyendo la mayoría de los edificios gubernamentales. Igualmente, se calculan daños al 95 % del comercio, cuatro hospitales con 1,650 camas y 956 aulas. Los sistemas de agua, electricidad y telefonía colapsaron.

En la gráfica, aparece el Edificio Lang (amarillo), ubicado cerca de la intersección de la Avenida Bolívar y la Calle 15 de Septiembre. Un poco hacia atrás, se observa la Basílica de San Antonio, en el barrio del mismo nombre.

(Datos y fotos tomados de: LA PRENSA/Cortesía Colección Steinbrugge).

jueves, 11 de diciembre de 2008


Me molesta sobremanera encontrarme con un desconocido preguntón. No sé si esto se deba a que soy muy reservada con mis cosas o simplemente a que dirijo hacia otros blancos, la pequeña cuota de tolerancia que poseo.

Como sea, aquel taxista no fue la excepción. Luego de unos segundos de silencio, comenzó a afinar su puntería y el tiro no se hizo esperar. “¿Vive por aquí?”, comenzó. Le respondí una escueta negativa y por mi actitud no dejó de embargarme un sentimiento de culpa, pese a que efectivamente lo abordé cerca de mi centro de trabajo y no de mi lugar de habitación.

Caía la tarde y ese día –como rara vez sucedía- mi ex y yo salimos temprano del periódico. De hecho él se desocupó un poco antes, así que se fue a comprar boletos para el cine, previendo que la fila de espera para entrar podría ser larga.

Una tras otra, las preguntas resonaban en mis oídos. Yo respondía casi de manera automática mientras revisaba el reloj a cada instante. Iba a las justas y no me encanta la idea de entrar a ver una película comenzada. Pero sobre todo, me estresaba la ‘preguntadera’ del tipo curioso.

“Ya va tarde, ¿verdad?”, me dijo. “Perfecto” –pensé- “ya notó que voy rápido y se va a apurar”, por lo que en menos de lo que canta un gallo le respondí que sí.

“¿Usted trabaja ahí? (en el centro comercial destino)”. No, le dije. Sinceramente, nunca supe ni sabré qué de mi expresión verbal o no verbal le indicó al señor algo relacionado con la siguiente pregunta, pero el hecho es ese: “¿Va a una entrevista de trabajo?”, consultó, y, más por salir del paso que por otra cosa, le respondí que sí.

Pero mi actitud hacia aquel hombre cambió en cuestión de momentos. “Ay mamita” –expresó con cierto tono paternal- “ojalá que le vaya bien, que la contraten… la vida está dura pero confíe en Dios de que todo va a salir bien…”

Los segundos posteriores sólo sirvieron para echar sal a la herida. O sea, para que yo me sintiera como la más villana de todas las películas: “Mire, yo tengo una cuñada que trabaja en los cines, se llama Mariela, vaya ahorita mismo a preguntar por ella, dígale que yo la mando para que la ayude. …”

Y sin siquiera un respiro me dio sus datos personales: nombre (claro, tenía que decirle a la Mariela quién me enviaba por el puesto), número celular y barrio donde vivía. Todo “por cualquier cosa”, es decir, por si podía ayudarme en mi proceso de búsqueda.

Lo menos que pude hacer fue agradecer profundamente al hombre, mientras le brindaba la mejor de mis sonrisas y le deseaba lo más bueno de la vida. Me bajé de ese taxi con una nueva visión del mundo: pese a todo, aún existe gente buena. Y claro, con la meta de ser más tolerante con los preguntones.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Mi juego


Me como las uñas, muero de ansiedad. Porque enfrento una situación nueva, porque todo me es desconocido, porque los sentimientos brotan por los poros y los pensamientos se agolpan.

Pero, ¿quién no ha pasado por esto al menos una vez en su vida? No saber qué hacer... no por el hecho de desconocer el paso a seguir, sino porque se es 'primerizo' en el intento. Y aquí estoy, pasada la medianoche, escribiendo estas líneas. Pensando. Sintiendo. Deseando que el momento no llegue pero a la vez que todo pase rápidamente.

Debo reconocerlo: mi muro de Berlín, el que me llevó tantos años 'construir' está cayendo. Lo peor de todo: ni siquiera puedo culparte, porque somos responsables de nuestros actos, así que debemos asumir las consecuencias. Y es bueno que caiga, aunque me sienta desnuda, al aire libre, desprotegida.

La incertidumbre me acribilla, no sé cómo mover las fichas, cómo saltar el cuadro, cómo ganar la partida. Aún así, prosigo, porque...

El juego no termina, hasta que se termina.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?


Siendo casi una niña comencé a leer poesía. Toparme con Lope de Vega fue sólo un paso inevitable. Comparto con ustedes este poema que no sólo me tocó lo más profundo del alma cuando lo leí por primera vez, sino que muchos años después de ese momento, sigo haciendo mío...

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
¡Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!

¡y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-
para lo mismo responder mañana!

viernes, 5 de diciembre de 2008

Sin sonrisa... está yuca


Su mirada de niña quedó impregnada en mi memoria. De hecho, cuando la conocí, sus brazos abiertos de par en par me dieron la impresión de que aquella joven mujer, morena y chaparrita, era una persona amistosa y transparente. Pero resultó ser mucho más.

La 'Chabe', como le llaman todos en su centro de trabajo, al igual que muchos otros salvadoreños, tiene una historia impresionante. Tras de sí no sólo hay una estela de dolor y privaciones propias de quienes han vivido en carne propia los horrores de la guerra, sino que hay toda una escuela de amor por el pueblo y por la patria, de luchas para alcanzar los sueños, de sacrificios por seguir adelante a pesar de los pesares.

Al coordinar -por asuntos de trabajo- una corta visita a su ciudad, tuve la oportunidad de hablar con ella en diversas ocasiones. Pero la mañana del 4 de diciembre (un día antes de mi partida), su historia hizo un click con la mía. Sentí que sus palabras removían lo profundo de mis entrañas al punto de sacarme las lágrimas, y que aun cuando creí que la lección estaba aprendida, siempre habría algo nuevo.

"Hay que sonreír. En mi familia siempre decimos: 'Cuando falta la risa, la cosa está yuca (mal, complicada)'. Porque cuando dejamos de reírnos, algo se muere... retrocedemos todo lo que hemos avanzado, perdemos lo que hemos alcanzado".

Sus palabras me dejaron helada, sobre todo porque salían de la boca de alguien cuya familia lo perdió todo y que nació en un campamento de refugiados en un país hermano, donde tuvieron que huir para no ser exterminados.

Ahora mismo, ya de regreso al calor de mi hogar, al escribir estas letras, por mi mente pasa una película de terror y tristeza. Y me fuerzo a recordar mi propia historia, la de mi amada Nicaragua, los enfrentamientos armados en las calles, las avionetas push & pull sobrevolando la ciudad mientras soltaban bombas que mataban inocentes, la angustia de los adultos que caminaban decenas de kilómetros para obtener un poco de comida para sus críos.

Mientras las lágrimas se agolpan me recrimino. Y me digo: 'cuando falta la risa, la cosa está yuca' y dejo escapar la sonrisa porque al final de cuentas queda la esperanza de un mejor porvenir y la certeza de que, con la cabeza en alto y paso firme es que se avanza hacia el futuro.

Hoy dedico estas líneas a quienes se niegan a quedarse con el dolor. Gracias a vos, 'Chabe', por compartirme tu historia. Gracias por esta enseñanza. Gracias por marcar mi vida.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Disfrutando el momento


La imagen se agolpó en mi mente de manera tan repentina, que hasta sentí dolor físico. Ahí estaba yo, la noche del 28 de noviembre, sintiendo frío por los cambios climáticos, pero además debido a esa suerte de júbilo mezclado con nervios... y luego también recuerdos.

Sentada en el bloque izquierdo de la iglesia, yo sólo era parte de las varias decenas de madres y padres que esperaban que el maestro de ceremonias nombrara a cada graduando para subir a recibir el diploma de culminación de Primaria. Sin embargo, algo me hacía diferente a todos ellos a la vez que me unía, sin que ninguno lo supiera, a mis hermanos también presentes en ese salón.

Y es que, emocionada por ver a mi hijo subir un escaño más por las gradas de la vida, igualmente me invadió un sentimiento... ese no-sé-qué que te colma el alma... quizá porque desde la noche del 21 de marzo del año pasado, cuando acudí ahí por el velorio de mi madre, no había vuelto a pisar ese edificio.

Pero bueno. Tenía que dejar eso atrás... o para otro momento al menos. Así que limpié con delicadeza las lágrimas que brotaron (no quería acompañar a mi niño con el maquillaje hecho un desastre jeje), respiré profundo y me regocijé como nunca. ¡Estaba hecho!

Disfruté paso a paso la noche de Promoción, a mis hijos, a mis hermanos, a mi sobrino y cuñado, la cena posterior, el ambiente del restaurante. Reí a más no poder, boté el estrés de la semana, bromeé con mis hermanas, y más, mucho más.

Porque total, hace mucho comprendí que la Felicidad no es la meta, sino el camino para llegar a ésta. Nacimos para ser felices. Lograrlo de repente puede resultarnos sencillo si tenemos la actitud correcta: la sonrisa de un niño, una puesta de sol, una buena noticia,una charla deliciosa, los rayos del sol, momentos en familia...

Sólo debemos proponernos cada mañana, recibir lo que venga con la mejor de nuestras sonrisas, vivir cada detalle mientras andamos el camino y buscar dentro de nosotros mismos. ¿No creen?.

domingo, 23 de noviembre de 2008

A ellos


Les conocí de la forma menos esperada. Hasta un poco extraña diría yo. Incluso me he llegado a preguntar si, por cosas de la vida nos hubiéramos conocido ‘face to face’, todo habría sido igual. Pienso que no.
De hecho, creo que en esas circunstancias, estas dos personas a las que dedico este escrito hoy, y yo, nunca habríamos pasado de un frío hola, y eso que a duras penas. Pero, quiso la vida que nos topáramos en el camino. O más bien, en el Cybercamino.
Y, aunque me reservo sus Nicks –más aún sus nombres verdaderos-, para ellos estas líneas.

Para mi amigo ‘A’:
Recuerdo con perfecta claridad cuando me enviaste un privado. “Toc, toc, ¿se puede?”. Tratabas de volver sobre tus pasos y me dijiste que si llegaba a conocerte, comprobaría que tan malo no sos. Cierto.
Probablemente aún no te percatás de la influencia que has ejercido en mí, pero sí lo has hecho. “No puedo explicarte por qué existe gente mala en el mundo”, me dijiste recientemente. Pero lo más importante fue todo lo que escribiste después. Y te lo agradezco.
Me fortalecés no sólo porque venís de frente con la verdad, sino porque me invitás a descubrirme los ojos y así explorar dónde estoy parada, a la vez de abrir un poco mi cápsula para respirar el aire que me rodea. Lo cual es bueno.
Un día me aseguraste que tratarías de ayudarme desde tu trinchera. Quiero que sepás que lo has hecho, a través de los ratos en que simplemente estás, porque precisamente lo has hecho cuando lo necesito. También porque creo que en el fondo, de alguna manera, me has permitido conocer la parte dulce de ese corazoncito. Así que, gracias por leer, por estar, por preocuparte, por atenderme. Gracias por todo.

Para mi amigo ‘B’:
Pues con mi amigo anterior tengo muy claro el momento en que comenzamos a hablar. Pero con vos es diferente. Sí recuerdo cuando comenzaste a bromear con el asunto de mi país, al principio me resistía a aceptar lo que leía pero luego supuse que era puro vacilón y te seguí la corriente. Pero después vos creíste que yo hablaba en serio jajajaja.
A decir verdad no recuerdo exactamente cuándo comenzamos la rutina de aquellas largas charlas nocturnas, en las que de alguna manera mi insomnio se hizo llevadero. En las que reí a más no poder y en las que lloré como Magdalena, leyendo tus historias o contándote las mías.
El asunto es que me hizo bien. No sólo porque muchas veces me desahogué o me desestresé, sino porque con este ejercicio pude conocerme más a mí misma. Porque me brindaste la oportunidad de vivir viejos duelos y sanar heridas. Porque comprendí que no soy única en mi especie, ni voy sola por los atajos de la vida. También por tantos consejos y palabras de aliento… De corazón, gracias.

Rica bendición


Nunca antes, una bendición me había erizado la piel. Al menos, no en ese entonces. Ahora que lo pienso, lo más probable es que me impacté tanto debido a la sencillez y espontaneidad con que las palabras salieron de la boca de aquella dulce anciana.

Era una mañana cualquiera. Llegué a la parada de buses donde abordaría el de la ruta 119, la cual me dejaba justo frente al portón de la Universidad Centroamericana donde cursaba yo mi carrera de Periodismo.

El frescor de las 6:20 am e irrepetible en cualquier otra hora del día en un país como éste (donde tenemos clima tropical) me llenaba de energía y entusiasmo. Así que, cuando la anciana se me acercó, no pude menos que sonreírle y desearle un buen día.

“Mamita, qué ruta me lleva a…”. La señora no tuvo necesidad de contarme con exactitud su destino, pues ya me había enterado yo que andaba extraviada. Resulta que para ir donde ella necesitaba, debía abordar un bus que pasaba a un kilómetro de donde nos encontrábamos en ese momento.

Justo terminé de explicarle su situación, la ruta que debía seguir y los buses que tenía que abordar, cuando divisé la 119. “Venga”, le dije, “yo le digo cuándo tiene que bajarse”.

Tímidamente abrió sus arrugados y apretujados dedos, dando lugar a mis ojos para posarse sobre una sola moneda. Poseía sólo un córdoba (el equivalente actual a cinco centavos de dólar) y como debía trasbordar, necesitaba dos. Casi de manera automática metí la mano a la bolsa de mi pantalón y con la mejor de mis sonrisas puse otro 'peso' en su mano.

La anciana levantó lentamente esa mirada que sólo las almas puras pueden ofrecer. Y pronunció las palabras no sólo más significativas de mi jornada, sino las que aún retumban en mi mente con la fuerza del primer momento: “Dios te bendiga”. Y así ha sido señora. Téngalo por seguro: así ha sido.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Al perderte...


Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido. Yo porque tú eras lo que yo más amaba y tú porque yo era el que te amaba más. Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo porque yo podré amar a otra como te amaba ti, pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Autor: Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense.

martes, 4 de noviembre de 2008

Con mini, ¿yo?


La sensación era extraña. Tímida y pudorosa, nunca había hecho lo que –si no todas, la mayoría- mis compañeras universitarias miraban como lo más normal del mundo. Así que ese día me armé de valor, la saqué del rincón donde estaba más que guardada, escondida. Respiré profundo y la usé.

Me sentía casi desnuda. Me parecía que de alguna manera, el viento se las ingeniaba para pasar sólo por entre mis piernas. Y que todos los ojos, de varones y mujeres, niños y adultos se posaban sobre mis muslos descubiertos. Eso es lo que me parecía, claro, porque que la pura verdad es que yo sólo era una joven más vistiendo minifalda.

Era de tela gruesa –como la de los blue jeans-, color crema claro, con costuras superpuestas cosidas en un tono ligeramente más oscuro. Podría decirse que no era ‘nada del otro mundo’ y la única diferencia con el resto de faldas que había usado hasta ese día, es que ésta llegaba a la mitad de mis muslos.

Sinceramente todavía no comprendo qué demoníaco poder de convencimiento ejerció la Xiomara en mí, el asunto es que su mandato, sencillo y directo, me caló. “Medítela”, me dijo.

“¡Iiiiihhh!”. Dejó escapar ese sonido característico que los nicaragüenses emitimos cuando estamos sorprendidos. “Ya quisiera yo tener piernas gruesas…. Y esas pantorrillas…¡Comprátela hombre!”.

Y ahí estaba yo en la caja, entregando mi dinero a cambio de una minifalda que estaba segura nunca me pondría. Así que, una vez más la Xiomara hizo su labor. Cada mañana, al encontrarnos en el salón de clases me saludaba con un “Ideay, yo pensé que hoy te la ibas a poner”.

Debo confesar que con el paso del tiempo me acostumbré a usarla. Peor aún, comencé a degustar las mieles del poder que ejerce una minifalda y, consciente del efecto que surtía, la vestía de manera estratégica (como por ejemplo cuando quería pedirle algo a mi novio).

Y aunque aprendí a montar la moto de GU (mi mama casi muere de infarto cuando me vio), a subir las gradas del autobús con cierto arte para no mostrar todo al que venía atrás, y otras mañas que se requieren para vivir con la conciencia tranquila cuando toda una vida usaste faldas ligraramente arriba del ojo del pie, la verdad es que no compré otras faldas tan cortas.

Supongo que pudo más lo tradicional de mi formación. Pero eso sí, al menos desapareció esa sensación de que el viento se me paseaba por todos lados.

*Nota: Foto de H. Cartier-Bresson

domingo, 12 de octubre de 2008

Con ambos pies


No sé si fue debido a las constantes burlas de mis hermanos mayores, a la influencia de los estereotipos sociales de belleza, a mi timidez –y por ende, inseguridad en muchas áreas de mi vida-, o a cualquier otro motivo que pudo marcarme en el momento. Pero lo cierto es que muy a mis quince, yo estaba inconforme con mi apariencia.
Me posaba frente al espejo para luego ir donde mi mami con mi pliego de quejas: “Mire” –le decía yo, mientras ella, mezclando toques de impaciencia y buen humor, subía la mirada y susurraba ‘Ay Dios’-: "mi pelo es demasiado liso y mis cejas muy gruesas, no me gustan mis camanances (hoyuelos en las mejillas), soy muy chaparrita, mis uñas muy pequeñas"… La lista parecía no tener fin. Pero lo tenía, sólo que al llegar a mis pies, me quedaba sin habla.
Nacido de un matrimonio entre un hombre de marcados rasgos indígenas y una mujer portuguesa (nunca supe por qué su familia emigró a mi país, pero esa es otra historia), mi abuelo tenía un pie ancho y regordete, de uñas grandes y gruesas. El cual heredó mi madre; mientras que mis tías tienen unos pies de ensueño, casi salidos de esas películas de Walt Disney.
El asunto es que, la implacable genética me hizo ‘sacar’ los pies de mi bisabuelo. Yo, orgullosa declarada de llevar sangre indígena en mis venas, debo reconocer que durante años deseé en silencio haber heredado los lindos pies de mi bisabuela, la portuguesa.
Pasó el tiempo y se llevó mi adolescencia. Mi cabello de hebras finísimas y lacias, mis ‘camanances’ (hoyuelos), mi estatura… todo fue correctamente digerido, excepto la apariencia de mis pies.
¡Qué tortura era ver a las chavalas con esos piecitos lindísimos! Lucían sandalias de todos los estilos y colores habidos y por haber. Cuando íbamos a la playa miraba los de mis tías y los de mis hermanas, que las hacían parecer hadas revoloteando sobre la arena.
Pero como dijo mi padre: no hay nada que el tiempo no cure. Y mi pesadilla pasó. Hoy me siento bien conmigo misma. Me acepto como soy, y lo mejor de todo, me quiero tal cual. Estoy bien plantada, con ambos pies.
Si alguien osa hacer un comentario negativo sobre estos maravillosos pies que nuestro Padre Celestial me regaló, atino a compartir lo agradecida que me siento porque me sostienen y gracias a ellos me movilizo. El resto es historia.

jueves, 9 de octubre de 2008

Gracias por existir


Llegaste a mi vida de manera inesperada, pero creo que fue en el momento indicado. Sobre todo porque, aliquebrada, me sentía como una pajarita frágil, triste, sin saber si podría emprender nuevamente el vuelo.
Y tus palabras, con esa voz dulce, comenzaron a descender sobre mi alma, como el rocío sobre una flor casi marchita, devolviéndole poco a poco la vida.
Pero el mejor regalo que pudiste darme, fue abrir tu corazón de par en par para mostrarme las heridas abiertas, aún dolientes, que no cejan en el intento constante por sanar; pero también las cicatrices de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que pasó de golpe, de lo que chocó de frente con tu vida de niño inocente, marcándote para siempre.
¿Y sabés? Te agradezco eso profundamente porque has sido una inspiración para mí. Cuando hemos llorado juntos, o reído a carcajadas, me has dejado un poco de vos, me has invitado a crecer como persona y como mujer, me has brindado tu brazo para levantarme aún cuando muchas veces, vos mismo necesitás un punto de apoyo para seguir.
Por eso eso hoy quiero decirte lo importante que sos para mí. Porque con vos decidí sentirme feliz, abrir las ventanas y dejar que entren los rayos del sol. Gracias por ser como sos, gracias por existir… ¡Felicidades!

jueves, 2 de octubre de 2008

El teatro de la vida


Llena de sentimientos y recuerdos, como me encuentro ahora, nada me parece más propicio que este poema, cuya autoría es atribuida al grandioso Charles Chaplin:

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos...
Por eso, canta, ríe, baila, llora
y vive intensamente cada momento de tu vida...
...antes que el telón baje
y la obra termine sin aplausos.

¡Hey, hey, sonríe!
mas no te escondas detrás
de esa sonrisa...
Muestra aquello que eres, sin miedo.
Existen personas que sueñan
con tu sonrisa, así como yo.

¡Vive! ¡Intenta!
La vida no pasa de una tentativa.

¡Ama!
Ama por encima de todo,
ama a todo y a todos.
¡No cierres los ojos a la suciedad del mundo,
no ignores el hambre!

Olvida la bomba,
pero antes haz algo para combatirla,
aunque no te sientas capaz.

¡Busca!
Busca lo que hay de bueno en todo y todos.
No hagas de los defectos una distancia,
y sí, una aproximación.

¡Acepta!
La vida, las personas,
haz de ellas tu razón de vivir.

¡Entiende!
Entiende a las personas que piensan diferente a ti,
no las repruebes.

¡Eh! Mira...
Mira a tu espalda, cuantos amigos...
¿Ya hiciste a alguien feliz hoy?
¿O hiciste sufrir a alguien con tu egoísmo?.

¡Eh! No corras...
¿Para qué tanta prisa?
Corre apenas dentro tuyo.

¡Sueña!
Pero no perjudiques a nadie y
no transformes tu sueño en fuga.

¡Cree! ¡Espera!
Siempre habrá una salida,
siempre brillará una estrella.

¡Llora! ¡Lucha!
Haz aquello que te gusta,
siente lo que hay dentro de ti.

Oye...
Escucha lo que las otras personas
tienen que decir,
es importante.

Sube...
Haz de los obstáculos escalones
para aquello que quieres alcanzar.
Mas no te olvides de aquellos
que no consiguieron subir
en la escalera de la vida.

¡Descubre!
Descubre aquello que es bueno dentro tuyo.
Procura por encima de todo ser gente,
yo también voy a intentar.

¡Hey! Tú...
ahora ve en paz.
Yo preciso decirte que... TE ADORO,
simplemente porque existes.

Carta Abierta*

1640 días han pasado y aún me parece que fue ayer. No sé si cuatro años es poco o es mucho tiempo… quizá sólo depende de con qué prisma vea las cosas, porque, como usted solía repetir: nada es absoluto en esta vida. Y, todo lo vemos según nuestra verdad.

Pues la mía, hoy, es ésta. Estuve llorando, una vez más, su ausencia. Y mientras escribo no puedo evitar que las lágrimas –como si fueran chiquillas traviesas- corran incansables por mis mejillas. Y es que, daría lo que fuera por estrechar una vez más su mano, escuchar su sonora carcajada, verme reflejada en su cálida mirada.

Pero deseo que, en esta ocasión, mi verdad vaya más allá de cualquier tristeza. Quiero que mi alma se engalane de gozo porque lo tuve a usted en mi vida, porque me brindó a manos llenas sus mejores años, porque me enseñó lo que sabía, porque le amé y fui por usted amada.

Dejo la escritura y cierro los ojos por un instante… miles de momentos se agolpan en mi mente. Mi breve recorrido cronológico dentro del baúl mental de los recuerdos me remonta a mis tres añitos, cuando tendida boca abajo, solía repasar las letras en el libro ‘Coquito’, con el que me enseñó a leer.

“Mire, ahora soy más alta que usted”, le decía, mientras me chineaba para que yo sobrepasara su cabeza y tratara –siempre en vano- de tocar el cielo raso. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en mi tierno rostro, mientras sus ojos desprendían chispazos de alegría. ¿Cuántos tenía yo? No más de cinco años.

Fui creciendo… pero eso no impedía que jocosamente, cada día, me hiciera cosquillas con su bigote, o me dejara tocar su barba antes de rasurar porque me gustaba que ‘raspara’ mis deditos.

Y, ahora que lo pienso, no sé cómo se las ingenió para sustituir los juegos por interesantes charlas sobre política, literatura o mitología. Mientras mis hermanos y yo nos sentábamos alrededor de aquella cama que me parecía inmensa…

Anécdotas por montones, datos curiosos, capitales del mundo, chistes, adivinanzas, canciones. Clases sabatinas –y obligatorias- de gramática para mis hermanas mayores, clases de álgebra para ‘Felito’, recomendaciones de lecturas (como El Diario de Ana Frak y El Principito). Historia de Nicaragua, genealogías reales (me pregunto ¿qué lo motivó a estudiar los árboles genealógicos de reyes y reinas?), historia universal, cambios en el mapamundi…

¿Sabe? Ricardo y yo todavía nos reímos al recordar cuando usted no quería entrar a la sala para evitar que yo se lo presentara. También platicamos de cuando, al declararnos marido y mujer, se le quebró la voz.

A veces comentaba con mi mama que, ya ve, al principio no quería conocer a Ricardo, y cuando estuvo hospitalizado más bien preguntaba por él para que lo ayudara en lo que necesitaba…. ¡ajá, verdad, terminó domesticándolo ese jodido negro! Jajaja.

Dentro de un mes, Mosi saldrá de primaria. Anoche dijo: “Me gustaría que estuviera vivo mi papa Alfonso, para invitarlo a mi promoción y para que conociera a Alfonsito también”.

Pero no me preocupo, pues sé que usted conoce a Alfonso Roberto, aunque el niño nació dos años después de que usted partiera. Y también sé que por nada del mundo se perdería la graduación del 'tierno de su tierna'… Sé sin ninguna duda que donde usted está puede vernos, acompañarnos, sentirnos. Al igual que yo lo siento aquí conmigo, porque lo llevo no sólo en mi mente, sino también en mi corazón.

Carta abierta, dirigida a mi padre (*23 agosto, 1936 / +1° octubre, 2004).
*Escrito el 1 de octubre, actualizado el 2 de octubre.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Agenda vrs 'celu'


Nunca me percaté de qué tanto de mi vida giraba alrededor suyo, hasta que una calurosa noche de mediados de septiembre sucedió algo, para mí, inimaginable. Debido a la reciente renuncia de mi compañero de labores y la aceleración del plan de trabajo por estar en la recta final del año, ese día trabajé de 7 a.m. -9 p.m.
Sumida en un vaivén de ideas, repasando mentalmente lo que podía continuar haciendo desde mi hogar y las tareas que tendría que priorizar al día siguiente, casi por inercia comencé mi rutina diaria antes de salir de la oficina: echar un último vistazo al email corporativo, guardar archivos en mi USB y cerrar ventanas antes de apagar la compu, apagar el aire, recoger documentos del escritorio y apilarlos de tal manera que al reiniciar la faena no se dificulte continuar la secuencia, guardar mi celular en la cartera…
Alto. Aquí hago una pausa porque esa noche hubo una variación. Al tomar el teléfono móvil, me percaté que estaba a ‘un pelo’ de descargarse completamente. Revisé gavetas y verifiqué que no tenía a mano el cargador de batería.
“Ya es tarde, no vale la pena llevarlo, lo cargaré mañana”, pensé. Lo guardé en la primera gaveta y salí rumbo a mi casita.
Al llegar a mi hogar, dulce hogar, Tremendo susto me llevé al descubrir que mi niño aún no regresaba de sus clases de inglés. Tenía más de una hora de retraso. Mientras los nervios invadían mi ser y las peores ideas acudían a mi mente, casi automáticamente busqué el celular en mi cartera… ¡Oh-oh!
En ese momento tomé conciencia de mi triste realidad. Todos los números telefónicos que hubiera deseado marcar a esa hora, estaban guardaditos en la memoria de mi ‘celu’. Por supuesto no sabía ninguno, y -, obviamente- mi angustia creció.
Finalmente, como por obra celestial recordé el número telefónico de la casa de mi hermano, quien acostumbra guardar toda la información habida y por haber, de amigos y familiares,incluyendo a los peques…
Triangulando llamadas,supe que mi hermana pasó por la academia, recogiendo a mi hijo para ir a un cumpleaños. Sólo que, lamentablemente, olvidó comunicármelo. Todo se resolvió en asunto de minutos, y mi alma volvió a ‘habitar’ mi cuerpo. Pero, sobre todo, aprendí la lección.
No puede ser que yo dependa tanto de ese aparatito que cabe perfectamente en la palma de mi mano, así que, ahora ando a la antigüita: con mi agenda telefónica bajo el brazo.

sábado, 19 de julio de 2008

Siempre será 19

En Nicaragua siempre será: ¡19 de Julio!. Así rezaba una consigna en la década de los ’80 –durante el primer mandato de Daniel Ortega-, en clara alusión al 19 de julio de 1979, fecha en que el pueblo, unido al entonces movimiento clandestino (hoy Partido Político) FSLN triunfó sobre una de las dictaduras más sangrientas en la historia de América Latina.
Me imagino que la idea era decir que Nicaragua siempre sería libre, que nunca más volveríamos a ser sometidos por un dictador o en su defecto por una estirpe. Pero bueno, no escribo para dilucidar la consigna en sí, sino lo que significa para mí.
Para esta fecha, durante 28 años consecutivos he visto en los medios de comunicación, imágenes, reportajes, videos, y todo cuanto es posible tanto sobre el período de la guerra de insurrección como sobre el triunfo de la Revolución. Y siempre se me enchina la piel como si fuera la primera vez.
E igualmente, cada año, en esta época veo, escucho, canto, lloro, río, creo, siento. Por todo lo que sucedió, por todo lo que no fue. Porque aún vivimos las secuelas. Por los recuerdos, por la nostalgia…
Y es que realmente, siempre será 19. Porque cada familia nicaragüense sufrió en carne propia lo que nadie debería sufrir: el horror de la guerra, la pérdida, el sufrimiento, la muerte, la mutilación, el espanto, el hambre, la separación. Y más, mucho más.
Por eso digo que siempre será 19, porque son vivencias que no se pueden olvidar.

viernes, 18 de julio de 2008

Consejos de vida

Mi buen amigo Manu me envió al msn una lista titulada 'Consejos de vida'. Comparto algunos con ustedes:

» Observa el amanecer por lo menos una vez al año.

» Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.

» Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.

» No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.

» Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.

» Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.

» Nunca confundas riqueza con éxito.

» No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.

» No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.

» Escucha el doble de lo que hablas (por eso la Naturaleza nos dio dos oídos y una sola boca).

» Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.

» Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.

» Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.

miércoles, 16 de julio de 2008

Qué sacrificio...


“Nitos (en realidad siempre me dice mi nombre de pila en diminutivo, en este caso tendría que poner Nititos pero esa palabra es tan cacofónica que no me atreví) te tengo una mala noticia”. Sus labios terminaron la frase, casi susurrando en mi oído mientras nos abrazábamos: “me voy del país”.
Pero lo que más me impactó no fueron las palabras, sino la profunda tristeza que reflejó su mirada. Y es que ella y yo, somos más que amigas de infancia, somos hermanas. Bueno, hermanas de corazón pues, que al final a veces resultan más unidas que las de sangre.
Precisamente ese profundo cariño que nos une es lo que permitió siempre que habláramos sin tapujos. Recuerdo perfectamente aquella noche en que, como siempre, aprovechábamos el sueño de nuestros retoños para chatear y ‘ponernos al día’ sobre el acontecer en nuestras vidas.
“Ay Nitos, vos sos idealista. Ese tipo de amor no existe”, espetó. Pum el corazón me dio un vuelco. Y, obligada a ir de frente con la verdad (que para eso son las amigas, ¿no?) le pregunté, “¿es que no sos feliz en tu matrimonio?”.
Resulta que, consciente de la enorme diferencia cultural entre ella y su marido (el cual proviene de más allá de los siete mares, tipo Simbad), asumió que su rol de madre estaba por encima de cualquier otra cosa. Y que, si para mantener un hogar ‘unido’ para sus hijas debía irse al quinto infierno, lo haría gustosa.
Es ahí donde hice un alto mental. ¿Hasta dónde debo asumir el rol de madre sacrificada? Si bien es cierto que los matrimonios perfectos no existen (obvio, porque nadie es perfecto, pues), me queda la duda de ¿hasta dónde debe llegar el límite de aguantar?
Dice doña Olga, la madre de amiga, que ‘por los hijos’ una debe ‘soportar’. Casi me da un soponcio cuando la escuché. Porque, aunque creo que nadie en su sano juicio se casa pensando en el divorcio, también creo que tomar la decisión si el caso lo amerita es lo más sano.
No pienso (¡por favor, señores!) que una madre ‘abnegada’ y completamente infeliz pueda ayudar a sus hijos e hijas a crecer con salud emocional. Me niego a aceptar a aniquilarme a mí misma, con el son de que es lo mejor para los niños. ¡¡Hueso!! Ese cuento no me lo trago. Ni lo acepto.
Al menos yo prefiero que mis hijos me vean separada de su padre pero en buenos términos, sonriente, enfrentando el día a día con optimismo. Así, que, (nunca me imaginé que un día diría esto, pero…): ¡¡viva mi divorcio, jodido!! He dicho.

domingo, 13 de julio de 2008

Poema


Este poema es de Izumi Shikibu, y desde que estaba chiquita me encantó...


Cuando vaya a partir
y de la muerte
sienta la mano fuerte
asirme en mi agonía,
¡yo quiero verte!
y llevarme a mi última morada
tu forma bien grabada
en la pupila mía

martes, 1 de julio de 2008

En Paz

En algún lugar leí que cuando una persona sale a caminar por la noche, los ángeles susurran en sus oídos. Y debe ser cierto. Lo digo porque ayer, venía hacia mi casa empujando el coche de mi pequeñín, cuando de pronto me vi envuelta en una vorágine de ideas que, como por arte de magia, me dejó pensamientos claros y profundos.

Eran las 10 p.m. Me sentía cansada física y emocionalmente, hambrienta, sedienta, preocupada. Recién finalizaba una mini –pero que sentí eteeeeeeeeerna--jornada de cuatro horas en la pequeña sala de observación de un centro de salud cercano. Llegué ahí porque mi hijo de 22 meses tenía vómito y fiebre. Y es que por estos lados anda un virus, pero ésa es historia aparte.

Pues, ahí venía yo, caminando hacia mi casa en esas calles desoladas, donde no se veía ni un gato callejero. Pensando, pensando… dándole vueltas a la situación, a mi vida, a mis tristezas y alegrías…

De pronto llegó la inspiración: soy una mujer afortunada. Dicen que más vale tarde que nunca, pues es cierto. Pese a que tuve que enfrentar un divorcio para ello, logré darme cuenta de que soy más valiente de lo que yo misma creía, que ‘más vale maña que fuerza’, que la vida es una sola y debo disfrutar sus colores, formas y olores. En fin, ¡que estoy viva!

Y que las situaciones que otrora me resquebrajaban, dejando ligeras marcas en mi alma, hoy las recibo como grandes experiencias que acumulo en mi mochila de la vida. Por esto, por lo otro, por aquello, hago mío el poema de Amado Nervo, En Paz, que a continuación les dejo:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

lunes, 23 de junio de 2008

Los padres de mi vida

23 de junio: Día del Padre Nicaragüense

Su recuerdo me ha acompañado desde los 13 años. Moreno, muy delgado,cabello crespo, siempre corto y peinado hacia atrás. Usaba lentes y unos pantalones flojos que por algún motivo captaron mi atención.
El padre Gustavo Villada, era el jesuita encargado del primer curso en el Colegio Centro América, donde estudié secundaria. Su oficina siempre estaba llena de alumnos y aunque él se nos mostraba muy amigable, nunca la pensó dos veces si debía llamarnos la atención.
Recuerdo cuando, llorando, llegué a su oficina. "Padre, estoy confundida. He pensado que si Dios no existe, pasaré una vida creyendo algo que no es", le dije. Su respuesta me pareció lógica: "Si crees en Dios y no existe, no pasa nada; pero, ¿y si dejás de creer y realmente existe?"
Me compartió su punto de vista al respecto y cerró sus palabras con esto: "hija, no es pecado preguntarse, al contrario, cuando nos preguntamos es cuando nos esforzamos por encontrar respuestas. No te sintás culpable por haber dudado". Me ayudó a tener mi conciencia tranquila en un momento crucial de mi vida. Regresó a su natal Colombia y nunca más supe de él.
En cambio, del padre Ignacio Astorqui, siempre tenía noticias. Lo conocí a los 16 años. Biólogo y científico español, me dio clases de Química y de Biología. Su característica frase "pero qué insensatez, caramba" creo que aún resuena en los oídos de muchos ex alumnos. A mí lo que más me impactó era su manera de entregarse. Amaba lo que hacía y hacía lo que amaba.
Nunca se cansaba de explicarnos cómo coleccionar mariposas, criar peces, hacer injertos, y muchas otras tareas que realizaba para hacernos más amenas las clases. Como escribió en mi libro de recuerdos: lo importante no es la química o la biología, sino la influencia que ejerció en mí como ser humano. Falleció hace varios años, el día de mi cumpleaños...
Pero, la mayor influencia emocional que un jesuita ejerció en mí, provino del padre Ignacio Amézola. Mi generación tuvo el privilegio de ser el último grupo en recibir clases de Matemáticas con él. Su mente extremadamente lúcida contrastaba con su cuerpo gastado y cansado. Dulce, amoroso, comprensivo. Lo adoraba y le buscaba cada vez que tenía problemas en mi casa, cuando tenía yo 17 años.
"Te quiero como supongo que un abuelo debe querer a una nieta", me dijo. Y me quebró. Porque yo también lo amaba como a un abuelo, de hecho estuvo más cerca y cuidando de mí, más que mis abuelos de sangre. Falleció en Granada, lejos de su tierra natal (España). Y pese a los años, su ausencia aún me pesa.
Los ojos bonachones del padre Amézola no se parecían en nada a los ojos azul intenso del padre Iñaki Zubizarreta. Su mirada se posó sobre mi cara de conejita asustada cuando yo tenía 14 años y cursaba segundo año.
Sin embargo, la amistad entre él y yo, así como la llegada de sus sabios consejos, la viví a los 18 años. En ese entonces yo estudiaba el primer año de mi carrera, en la Universidad Centroamericana, que también pertenece a la Compañía de Jesús (de ahí que se les diga jesuitas), adonde él había sido trasladado unos años antes.
Me recordaba mucho a mi papi. Siempre tan lógico, hilvanando ideas con la facilidad con que hilvana tela una costurera. Su principal legado fue hacerme comprender que la vida no siempre nos birndará un porqué. "Hay cosas que son porque son", me dijo, "escapan de tus manos y de tu voluntad. Lo importante es aceptarlas como vienen y saber enfrentarlas". Lo último que supe fue que estaba en El Salvador...
Pero el padre principal es el mío. Coprotagonista de mi vida desde el momento en que me engendró. Las primeras lecciones suyas que recuerdo, son de cuando yo tenía 3 añitos y él me enseñó a leer. Pero, las otras, las lecciones de vida, me las brindó a manos llenas hasta el último día que lo vi con vida, la tarde del 30 de septiembre de 2004.
"No hay nada que el tiempo no cure", me dijo cuando yo, llorando a mares, le conté que aún amaba a mi novio pero lo terminé por considerar que era lo mejor para mí. Y una vez más, tuvo razón. El tiempo lo cura todo, por eso sé que algún día sanará la herida que dejó su partida.
Por eso y mucho más, a mi padre y los demás padres: estas líneas con amor.

jueves, 19 de junio de 2008

Razones


Para vos...

Ésta es la lentra de una canción cuyo link me pasó alguien a quien quiero mucho...

Te echo de menos, le digo al aire
te busco, te pienso, te siento y siento
que como tú no habrá nadie
y aquí te espero con mi cajita de la vida
cansada, a oscuras, con miedo y este frío
que nadie me lo quita.

Tengo razones para buscarte
tengo necesidad de verte, de oírte, de hablarte
tengo razones para esperarte
porque no creo que haya en el mundo
nadie más a quien ame
tento razones, razones de sobra
para pedirle al viento que vuelvas aunque sea como una sombra
tengo razones para no quererte olvidar
porque el trocito de felicidad
fuiste tú quien me lo dio a probar.

El aire huele a ti, mi casa se cae porque no estás aquí
mi sábana, mi pelo, mi ropa te buscan a ti
mis pies son como de cartón que voy arrastrando por cada rincón
mi cama se hace fría y gigante y en ella me pierdo yo
mi casa se vuelve a caer, mis flores se mueren de pena
mis lágrimas son charquitos que caen a mis pies.

Te mando besos de agua que hagan un hueco en tu calma
te mando besos de agua pa' que bañen tu cuerpo y tu alma
te mando besos de agua para que curen tus heridas
te mando besos de agua de esos con los que tanto te reías.

Mi primera vez

Por más que sentía la necesidad de pasar por eso, estaba muerta de susto. ¿Dolería mucho o sería satisfactorio? ¿Me gustaría o me dejaría traumatizada? ¿Él me trataría con delicadeza o brusquedad?

Mil y una preguntas me rondaban la cabeza, mientras me recostaba. Era tanto mi nervio que ni siquiera recordaba cómo llegué hasta ahí. Sólo sabía que el corto camino desde la salita hasta ese cuarto me había parecido kilométrico y los pies me pesaban como si fueran de plomo.

La manos me sudaban, me sentía un poco mareada, las piernas me temblaban tanto que casi no podía sostenerme en pie. ¡¡Esa no era yo!! ¿Por qué algo tan sencillo como esto me aterraba tanto?

Creo que en mi fuero interno, de alguna manera yo sabía que sería así. Las referencias que escuché desde niña, me enseñaron que sería una extraña mezcla de sentimientos agridulces, que irían y vendrían entre lo doloroso y lo tremendamente satisfactorio, sobre todo al terminar.

Y cuando vi que él se acercaba a mí, con esa sonrisa casi de santo estuve a punto de desmayarme. ¡Oh my God!, como dicen los gringos -y no se crean, también lo dicen los mestizos como ustedes y como yo que ahora se ha 'agringado'-.

El corazón comenzó a latirme con fuerza, y se me alteró la respiración... no sé a ciencia cierta si fue por la emoción de que de una vez por todas tendría tan memorable encuentro, por miedo a no saber qué hacer y quedar ante él como la más tonta o porque en ese momento lo único que yo quería era ponerme a llorar.

"No temás chiquita, todo va a salir bien", me dijo. Y agregó: "que no te dé pena (vergüenza pues, que los nicaragüenses decimos así), yo te comprendo, es normal que estés nerviosa, pero te voy a tratar tan bien, que vas a querer volver". Ay madre mía, esas palabras me derritieron el corazón y no pude contener las lágrimas.

Pero, alto ahí... ¿chiquita? ¿me dijo chiquita? Pero si yo ya era toda una mujer. Entonces comprendí que este hombre era un verdadero ángel, que realmente deseaba hacerme sentir bien y que -lo mejor de todo- era un verdadero profesional en lo suyo.

Así que, me limpié las lágrimas con el dorso de las manos, le ofrecí mi mejor sonrisa, respiré profundo, me relajé y suavemente musité: "está bien doctor, ya estoy lista; puede extraer la muela". Por primera -y única vez- me extraerían una pieza dental (muela cordal). Y felizmente pude comprobar que pese al dolor postoperatorio, las molestias son mínimas en comparación con la tremenda satisfacción que te brinda tener una dentadura sana.

domingo, 15 de junio de 2008

El zorzal y el pavo real

Este pequeño poema se cuenta dentro del bestiario de mi compatriota Rubén Darío. Cualquier parecido con alguna realidad que conozcamos en el mundo del chat, es pura coincidencia....


Ve un zorzal a un pavo real
que se esponja y gallardea;
le mira la pata fea
y exclama: "¡Horrible animal!"
sin verle la pluma oriental
el pájaro papanatas.

Gentes que llaman sensatas
son otros tantos zorzales:
cuando encuentran pavos reales
sólo les miran las patas.

jueves, 29 de mayo de 2008

Jamás besada


Allí estaba yo, sin saber qué hacer y muerta de vergüenza. Suplicándole en silencio a toda la Corte Celestial que mi 'novio' desistiera de besarme. Para mí, el rollo no era que jamás había recibido un beso en los labios. En realidad, en ese momento, ¡¡eso era lo de menos!!

"Si me besa, ¿dónde pongo la nariz?", pensé. Ése era mi principal dilema. La lógica me indicaba que si dos rostros se ponen de frente -como suponía yo, debía ser al besarse-, el choque de las narices era inminente, cual si fueran dos pequeños trenes que viajan hacia un mismo punto y en los mismos rieles.

Mientras escribo estas letras, 8 minutos antes de la medianoche y a más de 300 kilómetros de mi casa, trato de recordar el nombre del joven en cuestión. Nada. No acude a mi mente. Pero la escena del primer beso está tan clara como si ocurrió ayer. Y no precisamente por resultarme un momento placentero.

De ese muchacho recuerdo algunos rasgos. De tez clara, pelo castaño y ojos verdes, redondos, como los de los dibujos animados japoneses. Pensándolo bien, ahora no sé discernir si su mirada era de bobalicón o de enamorado... porque no me despegaba los ojos y casi ni pestañeaba.

Y siempre que se acercaba, así despacio, como para ir domesticando a la fiera y luego caerle con el beso, siguiéndole el ritmo, yo me alejaba. Durante varias noches jugamos con esa especie de danza, hasta que llegaba el momento en que ni yo podía hacerme un milímetro más hacia atrás sin caer sentada, ni él hacerse hacia adelante sin caer de bruces.

Hasta que sucedió. Sus labios carnosos se posaron sobre los míos y fueron apagando la pregunta que de una vez por todas me atreví a pronunciar y que ustedes ya conocen: "¿dónde pongo la nariz?". Con sus manos tomó tiernamente mi rostro y él ladeó un poco el suyo, evitando milagrosamente, el ‘choque de los trenes’.

¡Julio! Acabo de recordar (16 minutos después de comenzar este escrito) que así se llamaba el muchacho de mirada verde y bobalicona, que muy a mis 18 años me inició en los primeros pasos del arte de besar. Y que, quizá sin darse cuenta, me hizo comprender que aunque no sea de amor, el primer beso siempre tiene un espacio, en el recuerdo y el corazón.

Nota de la autora
: Como es de suponer -puesto que ni el nombre del pretendiente recordaba- este dizque noviazgo no superó la barrera de los 15 días de existencia.

lunes, 26 de mayo de 2008

A ella


La recuerdo de cuando yo era niña. Una mujer lozana, regordeta, morena. Siempre sana. De carácter fuerte. Y brava, bien brava. Pero cuando reía, lo hacía a carcajadas, dejando al descubierto dos hermosos camanances.

Como diría mi bien amada Mafalda, ella y yo nos graduamos el mismo día. Ella de madre, yo de hija. Y durante mucho tiempo no comprendí bien sus vaivenes. Ni ella los míos, creo. Pero ahí íbamos, juntas en el viaje por la vida. Total, no nos quedaba de otra, ¿verdad?

Y las cosas mejoraron. Los silencios incómodos se volvieron largas horas de charla. A veces de madre a madre. A veces de madre a hija. Pero sólo éramos dos. Ella y yo. Dos almas solitarias e incomprendidas que tenían mucho para dar y necesitaban recibir.

Nunca fuimos las mejores amigas, pero limamos asperezas. Eso es lo que importa. Porque comprendí a tiempo que era buena. Mujer de bondades y sincera. Luchadora por la vida hasta el último aliento.

A tiempo logré entender que tras esas acciones duras se escondía un corazón lleno de amor, que no sabía encontrar el cauce. No sabía cómo entregarse, pues nunca se lo enseñaron. O quizá, simplemente nunca lo aprendió.

Y ahí estaba mi madre. Criando seis hijos junto a mi padre. Enseñándonos el amor a Dios y el servicio al prójimo. Y, como me dijo Poncho -durante una de esas pláticas de corazón que suelen tener los hermanos-: no es que al morir se volviera una santa. Cometió muchos errores. Fuertes. Grandes. Pero ahora prefiero recordar lo bueno. No cuenta nada más.

Por eso, ahí estaba yo, junto a su cama en el hospital mientras agonizaba. Y mientras rodaban mis lágrimas pedí perdón por no ser mejor hija. Y le perdoné por no ser mejor madre. Pero dimos lo que pudimos. Y nos amamos. Y en muchas cosas, nos identificamos.

En mañanas como ésta, la extraño. Y la recuerdo. Pero no como la mujer enferma que se sentaba en silencio anhelando más agua de la que permitía el médico. La recuerdo de cuando era niña. Una mujer lozana. Siempre sana. Este 30 de mayo, Día de las Madres no visitaré su tumba: le rendiré un homenaje en mi corazón.

viernes, 16 de mayo de 2008

Autor anónimo

Era la mañana del 2 de octubre. Año 2004. No sabría decirles a ciencia cierta la hora. En realidad creo que al final de cuentas, es un dato que no importa. La gente comenzaba a llegar nuevamente, siempre hay quien acompañe a la familia doliente.

Riiiing.... "Aló", respondió uno de mis hermanos. Al principio desconcertado y luego visiblemente impactado, durante unos segundos no supo responder a la voz masculina que al otro extremo del hilo telefónico, preguntó por "el profe".

Y es que el profe, mi padre, en ese justo momento descansaba ya en su féretro. Había muerto el día anterior y a esas alturas, faltaba muy poco para partir rumbo al cementerio. Pero, ¿quién llamaba preguntando por él?.

"Ustedes no me conocen", atinó a decir. Y, en medio de la commoción que le causó tan repentina noticia, relató que mi padre -en absoluto silencio- fue su benefactor. "Él me sacó de las calles, me puso en la escuela, me pagó los estudios. Fue como mi padre, y lo llamaba para que me acompañara a recibir mi título, pues un día de éstos es mi graduación".

No quisimos saber más. Ni siquiera su nombre. Y "la voz", supongo, comprendió que así lo preferíamos. Que lo que haga tu mano izquierda, no lo sepa la derecha. Es un precepto bíblico. Y no sé dónde lo aprendería él, pero lo cierto es que mi papi me enseñó a practicarlo. No sólo con sus palabras, sino -lo más importante- con hechos.

Nunca sabré con exactitud cuántas vidas tocó con su ejemplo. Pero sé que tocó la mía. Y a través de mí, las de mis hijos. Y en mi fuero interno, espero que también las siguientes generaciones.

Contador Público. Abogado y notario. Catedrático universitario. Lector incansable. Hombre sabio e inteligente. Agudo. Proveedor. Reservado con sus cosas, pero generoso en enseñanzas. Autor anónimo de bondades. Ese era el profe. Y más...

Mi amigo, mi maestro, mi mentor, mi confidente. Mi padre. Cierro mis ojos y veo su rostro sonriéndome con ternura. Me concentro en mis momentos de soledad y puedo escuchar sus consejos, su risa, su silencio. Le lloro. Le amo. Le extraño. Algún día nos reencontraremos, espero.

lunes, 12 de mayo de 2008

¡Este idioma!

"¿Estás arrecho?", le pregunté. El silencio que siguió a mi consulta me hizo pensar que la respuesta era sí. Pensando estaba en la sarta de cosas que podría decirle...y que se quedara con su arrechura pues, porque más arrecha estaba yo, cuando unas letras aparecieron en mi monitor.

"¿Qué significa esa palabra en tu país?", respondió. "¡Ah!, entonces no me entendió",dije en mis adentros. En ese momento para mí fue lógico pensar que mi cyber amigo peruano nunca había visto el término. Así que, con toda la parsimonia del caso le expliqué. "Estar arrecho, en mi país, significa estar muy enojado".

Y justo cuando me disponía a proseguir mi bochinche, interrumpido por mi inesperada pregunta sobre la arrechura, él me dijo: "Es que en Perú, estar arrecho es estar excitado". PLOP.

Madre santísima, purísima. ¡¡Nitos, ¿qué preguntaste?!! Mis risas, en parte por sentirme avergonzada, en parte por lo jocoso de la situación, no paraban. Sus risas tampoco. Lo bueno del asunto es que en vez de seguir peleando, pudimos tranquilizarnos y ya pues, "ya fue". Je, je.

Es que vean, esto de los modismos y la jerga y toda la cosa referente al habla de cada país es todo un rollo. ¿Me van a decir que no? Yo creo que todo chatero que anda de vagabundo por "tierras" (léase canales) que no son las suyas, lo ha vivido.

Pasé días incontables visitando el canal Perú sin entender ni papa de lo que hablaban. También pasé lo mismo en Venezuela, España, México, Chile...Y lo peor del caso es que a veces todos se orinaban de la risa y yo .... mmm.. ete..... ¿cuál es el chiste?

Igual de frustrante es cuando utilizo expresiones nicas que son tomadas al pie de la letra y me toca explicar y reexplicar lo que estoy diciendo. Púchica.

Pero es rico aprender modismos. Hace poco le dije a un peruano preguntón que soy de Iquitos "pe". Me valí de las cuatro frases que ya me sé para convencerlo, y todo iba bien hasta que dije "sí y a mí que me coman los perros". Grave error. Él pensó que yo realmente deseaba que me hartara una jauría. Yo sólo quería hacer énfasis en que me dejaba sola.

Por eso creo que, al iniciarse en estos haberes, es necesario tener a mano un buen diccionario, un amigo con paciencia de santo y mucha imaginación. En fin, ¿qué puedo decirles cipotes? Lo tuanis de esta onda es que agarremos en el aire lo que otros queren decirnos, ¿no creen?.

sábado, 10 de mayo de 2008

Soy Nitos ¡y qué!

Soy la Nitos. Punto. Y aunque en el mundo del internet mi nombre de batalla es otro, aquí decidí retomar mi ·nick· de origen, el más antiguo de todos, el que se remonta en mi memoria a los tiempos en que recién comenzaba yo a tener uso de razón.

Porque he de aclararles que Nitos me decía mi papi. Nitos es aféresis de Tiernitos, que finalmente se interpretaba como Tiernita pues. Me gané el título a punta de sudor y lágrimas, tal como nos toca ganarnos los mimos a quienes tenemos la dicha -¿o desdicha?, depende...- de ser los cumiches de la familia.

Y es que le cuento, al ser la menor de una prole de seis, mi papi como que me engreía (¿vieron? aprendí a utilizar el término) mucho. Cada una de mis hermanas me pedía por favor resultar favorecida, en el momento, como la vigilante de la Nitos, mientra ésta jugaba complacida con sus amiguitas de la cuadra. Pero no crean que lo de mis hermanas era pura bondad, porque lo que perseguían era permiso indirecto para poder salir de la casa ellas también.

¡Ahhh, tiempos aquellos! Que, gracias a Dios, no volverán. Sí, digo gracias pero sin ánimos de renegar. Lo que pasa es que, soy fiel creyente de que debemos vivir cada etapa de vida al máximo, como cada quien se merece. Así, desde que desperté esa partecita de mi conciencia disfruto las bondades que cada edad y época de mi vida me han ofrecido.

Es divertido esto de los nombres cariñosos que en la casa le ponen a uno. Tengo una amiga desde la infancia, a la que le decían Pelona y yo me pregunto por qué ¡¡si parecía Medusa!! (que en la escuela sí le tenían bien plantado el apodo).

Y es que en las casas a veces la pasean toda, ¿me van a decir que no?. ¿¿O ahora van a decir el cuento de que en sus casas sólo les llamaban por su nombre de pila??. Sería un caso aislado, muy raro, creo.

Aunque la verdad sea dicha, no todos los motes caseros son desatinados o de espanto. Supongo. Ahora ya saben el mío. Mi papa me bautizó como Nitos. Ya no me engríen como cuando era chavala, pero sigo siendo la Nitos. He dicho.

jueves, 8 de mayo de 2008

¿Quién lo diría?


Para serles sincera, nunca me imaginé en este plan. Esto de blogear, creo que no es lo mío. Pero aquí estoy, ya di el primer paso -crear este espacio- y no me pienso echar atrás.

Lo más curioso de todo es que, mi fuente de inspiración para hacer esto es una jovencita a quien no conozco en persona. No es colega. Ni paisa. Es una chavala peruana que se dedica a la traducción, que ama la escritura y lo hace con tanta pasión, que te envuelve con sus líneas. Es la Kati. Y les voy a decir algo más: cuando la Sopita -quien tampoco es paisa pero sí es colega, jeje- me pasó el enlace de su blog llegué a acariciar la idea de escribir, pero el resultado final fue el mismo de siempre hasta hace un rato: decirme naaaaaaaaa, esto no es lo mío. Pero bueno...

Y en vista de que hablé de dos personas que conocí en el mundo chatero, voy a seguir con el tema. Es increíble la cantidad de personas que uno puede "conocer" en el internet. A veces siento que todos tienen una historia que contar, pero que desean ocultar... y lo hacen tras un nick.

Porque es rico escribir cuando nadie te ve. Aunque quizá te juzguen por lo que decís en las salas de chat, te evitás el jodido juicio por tu apariencia. Si sos bonita, quizá los buitres no se acerquen a vos sólo por cómo lucís y logrés demostrar que tenés sesera... y si sos fea, pues, lograrás que al fin alguien se te acerque porque realmente le resultás interesante, pese a tu físico.

Pero lo más rico para algunos es poder construirse una vida, la que no tienen porque no se han dado el permiso o la oportunidad para obtener. O bien, porque simplemente la que tienen no les gusta y en el chat pueden modificar cada detalle, elaborarla, reconstruirla, acomodarla, pulirla. Qué jodido, tienen la oportunidad de sentirse bien con ellos mismos, pues.

Sin embargo, no quiero ser injusta. Así que debo tomar en cuenta a aquellos que se muestran tal cual son, a veces con cuenta gotas, van sacando de a poco su intimidad, su dolor, su tristeza, su risa, su yo. Se sientan tras su compu, cual leona echada entre la maleza. Observan, leen, meditan. Y finalmente escogen, no a su presa, sino a la persona que les inspira confianza como para desnudar un poco el alma.

Aunque, en medio de todo, siempre he pensado que esta chochada es un arma de doble filo. Te encontrás gente muy ingenuota o muy buitre, emprendedores y depredadores, sinceros y embaucadores, alegres y amargados; y puedo asegurarles que con cada palabra que escribo, se me viene a la mente una ristra de nicks, y es que he conocido un poco de cada grupo. Todo tipo de gente pues.

En cuanto a mí, ¿qué puedo decirles? Quienes han logrado conocerme, saben a qué grupo pertenezco. Y me alegro por ello.

Datos personales

Mi foto
Managua, Nicaragua
Como todos en este mundo, tengo virtudes y defectos. Pero creo que lo más importante para mí, es saber ser amiga, de las que se quitan la camisa para dársela al que la necesita. Fiel a más no poder, sincera, y muy reservada. Amo la buena ortografía y me cuido de tenerla; periodista de profesión y de corazón, madre por decisión. Pero, ¿quién mejor que mis amigos para describirme? Así que esa tarea se la dejo a ellos.